Punto de inflexión, por Carlos Novoa
Punto de inflexión, por Carlos Novoa
Carlos Novoa Shuña

Las elecciones legislativas del domingo marcan un punto de inflexión en . Por primera vez en 17 años, desde que alcanzó el poder, el régimen político bolivariano se encuentra en jaque. 

No obstante, cualquier cambio de orientación política se dará a mediano plazo y de manera escalonada porque, nos guste o no, el proyecto bolivariano aún tiene una aceptación que ronda entre el 25% y 30%. Los resultados le otorgan a la una mayoría sobre el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). De los 167 escaños en disputa, el MUD ganó 99 y el PSUV 46. Los 22 que quedan por anunciar no alterarán la próxima composición del Parlamento. 

Con la muerte de Chávez en el 2013, se pensó que su régimen podría caer en corto plazo, pero Nicolás Maduro maquilló sus limitaciones como político y estadista y ha permanecido en el poder con más sombras que luces. El éxito del chavismo se basó en una política populista-asistencialista que benefició a un 28% de pobres, a través de bonos de alimentación, incentivos para la adquisición de viviendas, así como intensos programas de atención educativa y de salud. 

En condiciones democráticas normales, Chávez primero y Maduro después no hubieran podido mantener el poder durante más de 15 años consecutivos. Pero lo que hicieron fue alterar las reglas establecidas en la democracia liberal que consta de cuatro características: 1) elecciones libres y justas, 2) sufragio universal, 3) amplia protección de las libertades de prensa y el derecho a la protesta, y 4) un presidente real, que ejerza el poder para todos.

El proyecto bolivariano empezó a acusar un desgaste sin retorno, desde las consecuencias derivadas de una aguda crisis económica y escasez de productos de primera necesidad, lo que ha resquebrajado la base social que ha apoyado el proyecto bolivariano en estos años. 

El triunfo de la oposición abre las puertas de un cambio que será gradual en Venezuela. Maduro no se irá mañana, pero lo que sí podremos ver a corto plazo es que en la Asamblea Nacional pedirán la promulgación de una ley de amnistía que permita la liberación de los llamados presos políticos y se apruebe una ley que reactive la producción nacional, tan venida a menos, sobre todo por la caída del precio del petróleo. En el primer caso se trataría de gestos políticos que aliviarían la permanente tensión política que se vive en Venezuela. En el segundo caso, se trata de medidas concretas y consensuadas que buscarían mejorar la crisis económica.

Quedará por verse cómo se adecúa el régimen de Maduro a estas nuevas reglas de juego. La capacidad de negociación le permitiría al bloque bolivariano ganar tiempo y buscar recomponerse, a partir de un paulatino mejoramiento de la situación económica. La oposición, por su lado, tendrá la responsabilidad de mostrar madurez y unión –requisito ausente en los últimos procesos– para desestimar las críticas en su contra y subrayar que sí tienen la capacidad de gobernar para todos los venezolanos.

Quizá la sorprendente aceptación de los resultados electorales adversos para Maduro signifique que se dio cuenta de que sin consenso no habrá mejora económica y sin mejora económica la revolución bolivariana llegará inequívocamente a su final.