Hace pocos días partió Roberto Abusada –una de las mentes más brillantes de su generación–, de quien tuve el privilegio de ser amigo. Desde muy joven destacó por su agudeza para los temas económicos y fue visionario en su defensa de la apertura económica y la liberalización del comercio.
Roberto se graduó de bachiller en Economía en la Universidad Católica y luego hizo un doctorado en la prestigiosa Universidad de Cornell. Fue un destacado profesor de Economía en las Universidades Católica y Pacífico. También enseñó sobre comercio exterior en la Universidad de Boston.
En el segundo gobierno del presidente Belaunde, como viceministro de Comercio Exterior, tuvo un destacado rol en los inicios de la liberalización comercial, enfrentándose a poderosos intereses empresariales que buscaban prolongar privilegios obtenidos a través de una inadecuada política arancelaria. En los 80, la protección arancelaria en muchos productos alcanzaba el 200%, existiendo industrias artificiales de productos nacionales de mala calidad. Hoy en día, el arancel promedio es de 2,2%. Esto le dio un lugar a muchísimas industrias peruanas que compiten en igualdad de condiciones con las economías más eficientes del mundo. Roberto vio estas posibilidades mucho antes que países como Chile y Colombia emprendieran esta senda de liberalización del comercio.
Desde 1992 hasta 1997 fue el ministro de Economía en la “sombra”, siempre siendo un leal y cercano colaborador del ministro Camet. Gracias al prestigio del que gozaba Roberto en los organismos multilaterales como el FMI, Banco Mundial y el BID, no obstante el cierre del Congreso en abril 1992, un año después, Perú pudo regularizar la situación de atraso en que nos había dejado el Gobierno de Alan García –completando la tarea iniciada por Carlos Boloña–. Debido a esto, el Perú volvió a ser sujeto de crédito de estas importantes instituciones. Además, durante esos años tuve el privilegio de integrar el equipo negociador de la deuda externa, en cuya estrategia Roberto también fue un pilar fundamental, y culminó con el Plan Brady peruano. También tuvo un rol destacado en las negociaciones en el Club de París y con los proveedores acreedores del Perú. Todo ello sentaría las bases para la plena reinserción del país en el sistema financiero internacional, proceso que gradualmente nos condujo a ser un país de bajo riesgo para invertir (‘investment grade’).
En el año 2002, el Gobierno Norteamericano renovó un régimen de preferencia arancelaria concedido a 4 países de la región andina (Perú, Colombia, Ecuador y Bolivia) destinado a combatir la producción de cultivos ilegales. Ello nos permitía exportar a los EE. UU. un número limitado de productos con cero aranceles. Es así que Roberto identificó la oportunidad de ir por algo más grande: un tratado de libre comercio con los EE. UU., que nos abriera las puertas del mercado más grande del mundo. También fue propulsor de la Alianza del Pacífico conformada por Perú, Chile, Colombia y México, que fue ideada durante el segundo gobierno de Alan García. Hoy, Perú tiene 21 acuerdos comerciales con 54 países, lo que nos permite estar plenamente integrados al comercio exterior.
Roberto fue creador del Instituto Peruano de Economía (IPE), un prestigioso ‘think tank’, cuya finalidad es difundir las ventajas y bondades de la economía de libre mercado.
En recientes años, Roberto fue un lúcido analista de nuestra realidad política y económica a través de sus artículos en el diario El Comercio, Diario al que le agradezco por darme la oportunidad de escribir esta breve reseña. Pero más allá de todas sus capacidades intelectuales y académicas, Roberto fue un gran amigo. Descansa en paz, querido Roberto.
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