Sheynnis Palacios, nacida en Nicaragua, emergió como la ganadora del certamen Miss Universo 2023 y, así, marcó un momento inesperado para un país escaso de alegrías y buenas noticias. La joven logró dar un influjo de entusiasmo a un amplio sector de la sociedad y, en un estado policial en el que la vigilancia y la obediencia son la tónica, la población –en un acto sin precedentes desde el 2018– se volcó a las calles para celebrar el triunfo de su representante con banderas de Nicaragua, música y cacerolazos. Un hecho que, sin duda, no pasó desapercibido para los Ortega Murillo.
La Miss Universo inundó la noche con simbología e imágenes sugerentes para los nicaragüenses. Optó por los colores azul y blanco para su vestido de gala, gesto que –aunque superficialmente inocuo– adquiere relevancia debido a que son los colores de la bandera de Nicaragua, que se ha convertido en un objeto contestatario y de oposición al régimen de Ortega. Por inverosímil que parezca, el ser sorprendido por la policía oficialista en posesión de dicha insignia puede ser castigado con la cárcel. Además, en su elección del atuendo típico, Palacios se vistió como un zanate, un ave de color negro iridiscente, que es la especie más abundante y común del país. Sin embargo, su presencia en el escenario, con las alas extendidas, entrelazó elementos de la cultura popular, lo que generó inevitablemente una asociación con la icónica escena de “Los juegos del hambre”, en la que la heroína se disfraza de sinsajo, símbolo de la rebelión contra el dictador de esa historia.
Los partidarios del régimen reaccionaron a la elección de la Miss Universo con comentarios racistas y clasistas contra Palacios en redes sociales y a través de los medios de comunicación estatales. Además, se sugirió que la Dirección General de Migración y Extranjería había emitido una orden para impedir su entrada al país después del concurso, pero que fue revocada tras darse a conocer su triunfo. Y es que se ha convertido en una práctica común que el régimen, de manera discrecional, prive del derecho de ingreso al país a los ciudadanos que resultan incómodos para la dictadura, dejando a estas personas en situación de apátridas de facto. Tan solo unos días después del evento de Miss Universo, le fue negada la entrada al país a la directora de Miss Nicaragua, Karen Celeberti, quien fue devuelta en un avión a México.
La Miss Universo transmitió un mensaje a los nicaragüenses en el extranjero, en el que destacó que “alzar la voz puede generar cambios significativos en nuestra sociedad”. Cabe señalar que, según el informe “Situación de las personas nicaragüenses desplazadas forzadas”, del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, más del 9% de la población, alrededor de 605.043 personas, han abandonado el país debido a la crisis sociopolítica desde el 2018.
Los grupos sociales e instituciones independientes de la sociedad civil han sido otro blanco de la arremetida de la dictadura. Se estima se han cancelado 27 instituciones educativas en los últimos dos años, entre ellas el alma máter de la Miss Universo, la Universidad Centroamericana, confiscada por la dictadura Ortega Murillo el pasado agosto. Otro centro educativo emblemático recientemente tomado por los Ortega fue el Instituto Centroamericano de Administración de Empresas. Además, 3.362 organizaciones no gubernamentales han sido canceladas desde el 2018, según el investigador Amaru Ruiz.
En una declaración estrafalaria, la primera dama y vicepresidenta, Rosario Murillo, calificó las celebraciones por el triunfo de la Miss Universo de “golpismo destructivo”. El reconocimiento internacional de Sheynnis Palacios como Miss Universo se erige como un acontecimiento que trasciende las fronteras del certamen de belleza al servir como un espejo de la opresiva realidad que está sufriendo la población nicaragüense. Es necesario que la comunidad internacional se establezca como testigo y actor determinante en la detención de los persistentes abusos del régimen de Ortega contra la población civil y los principios democráticos.