A medida que las vacunas contra el coronavirus se vuelven más ubicuas, también lo hacen la desinformación, los mitos y los conceptos erróneos sobre ellas. Esto es lamentable porque dichas falsedades retrasan la aceptación de las vacunas, y la inmunización generalizada es la mejor y más rápida manera de comenzar a regresar a una vida más normal. A continuación, siete de los mitos más comunes que he escuchado, junto con mis refutaciones.
“La vacuna daña la fertilidad, especialmente entre los jóvenes”.
En algún momento del año pasado, un médico alemán y un exempleado de Pfizer expresaron su preocupación porque la proteína del pico del coronavirus era, en cierto modo, similar a una proteína que forma parte del funcionamiento de una placenta saludable durante el embarazo. Por lo tanto, se aventuraron a afirmar que desarrollar anticuerpos contra la proteína del pico podría conducir a anticuerpos que podrían atacar el cuerpo de una mujer cuando está embarazada o tratando de quedar encinta. Esta teoría está equivocada. Las dos proteínas de pico son distintas y no hay evidencia de que la vacuna produzca anticuerpos que ataquen a la placenta.
“Una vez que esté vacunado, puede volver a su vida normal”.
Esto no es cierto. Es posible que las personas vacunadas aún puedan infectarse y transmitir el virus a otros. Todavía necesitamos que todos, incluso los que están inmunizados, se distancien de los demás y se mantengan cuidadosos.
“Cuando logremos la inmunidad colectiva, todo habrá terminado”.
La inmunidad colectiva nos protegerá de un gran número de casos de COVID-19 solo una vez que hayamos eliminado la enfermedad. Sin embargo, el virus sigue teniendo una gran prevalencia y las nuevas variantes pueden ser aun más contagiosas. El COVID-19 no desaparecerá de la noche a la mañana. La inmunidad colectiva señalará el comienzo del fin de la pandemia, no el día en que terminemos con ella.
“Los efectos secundarios de esta vacuna son mucho más graves que los de las vacunas típicas”.
Las reacciones alérgicas no son motivo para evitar la vacunación. Muy pocas personas que recibieron la vacuna han experimentado anafilaxia, una reacción alérgica grave. Más han experimentado síntomas como dolores, escalofríos y fiebre, pero estos no suelen ser preocupantes: a menudo, son signos de que el sistema inmunológico del cuerpo está funcionando.
“Los estudios se apresuraron”.
En primer lugar, es probable que haya más científicos trabajando en las vacunas contra el COVID-19 de los que jamás se hayan concentrado colectivamente en una sola cosa en la historia de la humanidad.
También tuvimos una serie de ventajas. Ya se había realizado mucho trabajo exploratorio y preclínico sobre las vacunas contra el coronavirus debido al SARS. Además, debido a una importante inversión pública y a un mercado mundial garantizado, muchas empresas dedicaron muchos recursos a esta tarea.
Para ser aprobadas, las vacunas deben superar tres fases de estudio. Con las vacunas contra el COVID-19, todas estas fases se completaron y fueron revisadas por las autoridades competentes.
“El COVID-19 es menos peligroso que la vacuna”.
Las personas escuchan sobre los riesgos de los efectos secundarios y asumen que es mejor no vacunarse. Están comparando esos riesgos en alguien con un estado de salud perfecto en lugar del riesgo del COVID-19 en sí.
“Una vacuna que tiene ‘solo’ un 70% de efectividad no vale la pena”.
Es fantástico que las vacunas de Moderna y Pfizer hayan sido eficaces en un 95% contra la enfermedad sintomática, pero ese nivel de eficacia no es necesario. En los ensayos, la vacuna contra la poliomielitis de Jonas Salk tuvo una eficacia de entre el 80% y el 90% y cambió el mundo. Cuantas más personas se vacunen, más morbilidad y mortalidad evitamos. La mejor vacuna contra el COVID-19 es la que puede recibir lo antes posible.
–Glosado, traducido y editado–
© The New York Times
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