Como taiwanesa, a veces me preguntan cómo es vivir en “el lugar más peligroso de la Tierra”. Así es como “The Economist” etiquetó a Taiwán el año pasado, y no sin razón. El pueblo de Taiwán ha vivido durante décadas bajo amenazas chinas para absorber la isla. Y a medida que nuestro enorme vecino se ha convertido en una potencia militar, esas amenazas ahora tienen dientes que China ha desnudado repetidamente en los últimos años a través de ejercicios militares y violaciones de nuestro espacio aéreo en una campaña de intimidación creciente.
Nos estamos preparando para una mayor presión ahora, después de la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, a Taipéi. China a menudo reacciona furiosamente cuando cualquier funcionario estadounidense visita Taiwán, pero esta vez se siente diferente. Beijing tiene un odio especial por Pelosi debido a sus frecuentes críticas a la represión política del Partido Comunista Chino y las violaciones a los derechos humanos, y el presidente de China, Xi Jinping, en una llamada con el presidente estadounidense Joe Biden, había advertido con anterioridad de que no interviniera en Taiwán.
No tenemos miedo. Después de años de constantes amenazas por parte de Beijing, el pueblo de Taiwán no entra en pánico fácilmente. Pero tampoco podemos estar solos. La visita de Pelosi fue una expresión bienvenida de la solidaridad de EE.UU. con Taiwán y yo, por mi parte, le estoy profundamente agradecida por ignorar las amenazas de represalias de Beijing. Pero otras democracias también deben reunir el coraje para estar con nosotros.
Taiwán es fundamental para todo el proyecto democrático. Somos una democracia vibrante, el primer lugar en Asia en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo y uno de los primeros en elegir a una líder femenina, nuestra actual presidenta Tsai Ing-wen, que ganó el cargo por derecho propio sin la ayuda de conexiones políticas familiares. Somos una economía exitosa, con algunos de los niveles de vida más altos de Asia y un centro de la industria global de semiconductores. Hemos mantenido una de las tasas de mortalidad por COVID-19 más bajas del mundo sin recurrir a los duros confinamientos impuestos por China.
Si Taiwán fuera derrotada por China, el mundo perdería un brillante ejemplo de democracia y orden económico internacional liberal en un momento en que los tentáculos autoritarios de Rusia y China se están expandiendo.
De hecho, es precisamente por estas razones que China amenaza a Taiwán; porque China nos tiene miedo. Cada uno de los 23 millones de habitantes de Taiwán es una refutación viva y respirable de la insistencia del Partido Comunista en que su modelo represivo y autoritario es superior a la democracia y el único modo de gobierno adecuado para la sociedad china. Apoderarse de Taiwán no solo cumpliría el objetivo nacionalista de Xi de anexar la isla, sino que también destruiría la evidencia que refuta flagrantemente la propaganda comunista de Beijing.
Estos puntos críticos a menudo se pasan por alto. Taiwán suele ser tratado como un peón marginado en el tablero de ajedrez de las grandes potencias y retratado como tal por los medios de comunicación globales.
Cuando las fuerzas comunistas de Mao Zedong ganaron la Guerra Civil China en 1949, el régimen nacionalista de China, dirigido por Chiang Kai-shek, huyó a Taiwán y gobernó con la ley marcial. Las libertades civiles fueron restringidas, y los opositores al régimen sufrieron mucho.
A través de los esfuerzos de los defensores de la democracia y los líderes pragmáticos posteriores a Chiang, Taiwán evolucionó pacíficamente hacia una democracia firme con su propio sistema político, judicial y militar. Elegimos libremente a nuestros propios líderes y los criticamos abiertamente. La gente ya no habla de “recuperar el continente”.
Muchos taiwaneses crecieron en una época de democracia y prosperidad, y todos nosotros, jóvenes y ancianos, apreciamos nuestra patria tal y como es. Las amenazas de China solo nos hacen apreciarlo más.
Esto no quiere decir que seamos completamente optimistas acerca de nuestra situación. La mayoría de los taiwaneses somos pragmáticos: no queremos una guerra con China, pero estamos listos para proteger nuestro hogar si somos atacados. Ahora hay discusiones sobre la reforma de la defensa y la extensión del período de reclutamiento militar de cuatro meses a un año.
Una encuesta a raíz de la invasión rusa de Ucrania mostró que el 73% del pueblo de Taiwán estaba dispuesto a tomar las armas para defenderse de una invasión china. Nuestra determinación de salvaguardar nuestra amada patria no debe ser subestimada.
La amenaza militarista de China a Taiwán es una amenaza para la libertad en todas partes. Trazar una línea en la arena aquí requerirá un apoyo genuino y significativo de democracias de ideas afines, incluida la firma de acuerdos económicos bilaterales con Taiwán –lo que le permitirá unirse a las organizaciones comerciales regionales para disminuir la excesiva dependencia económica que tiene Taiwán de China–, el apoyo a la participación de Taiwán en organizaciones internacionales y más gestos como la visita de Pelosi.
Vale la pena luchar por la libertad, y todas las democracias se fortalecerán al apoyar a Taiwán.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times