Me uní a Facebook en el 2008, y por la mayor parte, me he beneficiado de estar en él. Últimamente, sin embargo, me he preguntado si debería eliminar mi cuenta. Como filósofo con un interés especial en la ética, estoy usando ‘debería’ en el sentido moral. Es decir, a la luz de los eventos recientes que implican a Facebook en un comportamiento objetable, ¿hay un deber de dejarlo?
En filosofía moral, es común hacer una distinción entre deberes para uno mismo y deberes para otros. Desde una perspectiva de autoestima, hay muchas razones por las que uno podría tener el deber de abandonar Facebook. Por un lado, puede consumir mucho tiempo y ser adictivo, sin ningún fin fructífero. Además, como han demostrado los investigadores, el uso de Facebook puede empeorar la depresión y la ansiedad. Por lo tanto, alguien que se encuentre desplazándose por Facebook sin pensarlo y de manera compulsiva, podría, por lo tanto, tener el deber de cuidarse a sí mismo para abandonarlo.
Desde la perspectiva de los deberes de uno hacia los demás, la posibilidad de un deber de abandonar Facebook surge una vez que se reconoce que la red ha desempeñado un papel importante en socavar los valores democráticos en todo el mundo. Por ejemplo, Facebook se ha utilizado para difundir propaganda de los supremacistas blancos y mensajes antisemitas dentro y fuera de Estados Unidos. Las Naciones Unidas han culpado a Facebook por la diseminación del discurso de odio contra los musulmanes rohingyas en Birmania que resultó en su limpieza étnica.
Facebook también permitió a la firma de datos políticos Cambridge Analytica recopilar la información personal de millones de votantes en Estados Unidos para que pudieran ser atacados con anuncios políticos personalizados.
Algunas personas pueden pensar que debido a que en su mayoría comparten fotos de sus gatos en Facebook, esas preocupaciones no se aplican a ellos. Pero esto no es así, por tres razones. Primero, incluso si uno no contribuye directamente a la difusión de noticias falsas, simplemente estar en Facebook anima a sus amigos a permanecer, y algunos de esos amigos podrían participar en tales actividades.
En segundo lugar, al estar en Facebook, uno sirve como fuente de datos para el experimento de las redes sociales de Facebook. Al hacerlo, uno podría estar ayudando a Facebook a refinar sus algoritmos a fin de que pueda identificar individuos específicos para ciertos propósitos, algunos de los cuales podrían ser tan infames como los de Cambridge Analytica.
En tercer lugar, el uso de Facebook no es solo una acción individual, sino también colectiva, que puede ser similar a no pagar impuestos. Es posible que algunas personas que no pagan impuestos no supongan una gran diferencia en el presupuesto de un gobierno, pero tal acción puede estar equivocada porque no se estaría participando en una acción colectiva que logre un buen fin. De manera similar, la elección de permanecer en Facebook podría no socavar directamente los valores democráticos. Pero tal acción también puede estar equivocada porque podríamos no estar participando en una acción colectiva (es decir, dejar Facebook) que evitaría el deterioro de la democracia.
Entonces, ¿tenemos la obligación de dejar Facebook por el bien de los demás? La respuesta es un rotundo sí para aquellos que están difundiendo intencionalmente discursos de odio y noticias falsas. Para aquellos de nosotros que no nos involucramos en un comportamiento tan objetable, es útil considerar si Facebook ha cruzado ciertas “líneas rojas” morales, entrando al reino de la maldad absoluta.
Al menos para mí, Facebook habría cruzado una línea roja moral si, por ejemplo, hubiera vendido intencionalmente los datos de sus usuarios a Cambridge Analytica con el pleno conocimiento de que la empresa usaría los datos de forma subversiva para influir en una elección democrática. Del mismo modo, Facebook habría cruzado una línea roja si hubiera ayudado intencionalmente en la difusión del discurso de odio en Birmania. Pero la evidencia indica que Facebook no tenía la intención de que esas cosas ocurrieran en su plataforma.
Pero el hecho de que esas cosas hayan ocurrido significa que Facebook debe ser mucho más proactivo para solucionar tales problemas. ¿Será? La reciente y preocupante revelación de que Facebook contrató a una firma de investigación que intentó desacreditar a manifestantes en contra de la red social, alegando que eran agentes del financiero George Soros, no es alentadora.
Dicho esto, no debemos asignar la responsabilidad de defender los valores democráticos por completo en Facebook. Como agentes morales, también debemos responsabilizarnos de nuestra conducta. Entre los usuarios de Twitter, un refrán común es que “los retuits no son endosos”. De manera similar, también se podría pensar que “compartir” o “reaccionar a” no son “endosos”. Esto es un error. Al compartir o reaccionar a una publicación, incluso si uno la critica explícitamente, amplifica el mensaje de ella y señala que la publicación merece más atención.
Por ahora me voy a quedar en Facebook. Pero si la nueva información sugiere que Facebook ha cruzado una línea roja moral, todos tendremos la obligación de optar por no participar.
–Glosado y editado–
© The New York Times