"Un estudio reciente del Banco Mundial muestra que las oportunidades laborales y la posibilidad de salir de la pobreza de las mujeres se ven limitadas cuando el transporte público no toma en cuenta sus necesidades".
"Un estudio reciente del Banco Mundial muestra que las oportunidades laborales y la posibilidad de salir de la pobreza de las mujeres se ven limitadas cuando el transporte público no toma en cuenta sus necesidades".
Marianne Fay

Miles de peruanas aún encuentran dificultades para insertarse en el mercado laboral. Poder movilizarse de manera segura y asequible hacia los centros de trabajo es un factor determinante en su acceso a estas oportunidades. Generar las condiciones para que las mujeres, especialmente aquellas en situación de pobreza, puedan trabajar es una cuestión de justicia y una decisión económica acertada.

Un estudio reciente del Banco Mundial –realizado en zonas de bajos ingresos de Lima, Buenos Aires y Río de Janeiro– muestra que las oportunidades laborales y la posibilidad de salir de la pobreza de las mujeres se ven limitadas cuando el no toma en cuenta sus necesidades.

Mujeres y hombres no experimentan el transporte de la misma manera. Las mujeres tienen como primera preocupación su : enfrentan cotidianamente situaciones de acoso y adaptan sus recorridos para sentirse resguardadas. Además, una mayoría realiza más viajes al día dadas sus responsabilidades laborales y la desproporcionada carga de tareas en el cuidado del hogar que recae sobre ellas.

Consideremos el caso de Milagros. Cada día toma un bus cerca de su casa desde Santa Anita hasta La Molina. Luego, el Corredor Rojo hasta Arenales por media hora más. Finalmente, un colectivo por 15 minutos que la deja a un par de cuadras de su trabajo. Al final del día, sale apurada antes de las 6:00 p.m. para no correr riesgos de noche en paraderos poco iluminados. Con suerte, encuentra un chofer conocido. Imaginen agregar a la rutina las compras en el mercado y los trayectos a la escuela para dejar a los hijos.

Al mes, Milagros gasta una parte importante de su salario en pasajes e invierte casi dos días solo en trasladarse. Gran parte de este tiempo lo pasa alerta, sintiéndose insegura y con miedo. Ello se repite como una constante en el uso del transporte público: 3 de cada 10 mujeres limeñas han sido acosadas y 8 de cada 10 expresan que desplazarse a través de la ciudad les da temor, según datos de la organización Lima Cómo Vamos y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), respectivamente.

Las medidas para mejorar el acceso de las mujeres a un transporte digno deben pensarse desde el diseño hasta la implementación de los servicios. Es necesario que participen en todas las etapas para que el sistema sea inclusivo y seguro. Por ejemplo, esto incorporaría la perspectiva de seguridad en el diseño de las rutas con paraderos mejor iluminados y ubicados, así como mayores medios de prevención y respuesta frente al acoso.

Analizar cómo mujeres y hombres experimentamos el transporte y tenemos necesidades diferentes es el primer paso. Aplicar ese análisis a cada ámbito de nuestras vidas pone en evidencia las desigualdades e injusticias, pero también ofrece una oportunidad para subsanarlas.

Alcanzar la entre mujeres y hombres es un camino clave para sostener la reducción de la pobreza y aumentar la prosperidad compartida. Llegar a ese destino solo es posible con toda la población a bordo, empezando por quienes han sido dejadas atrás.

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