El recorte de personal ha sido el primer impulso de muchas empresas en crisis anteriores bajo la premisa de que la inversión se debe proteger a toda costa; el impacto social era secundario. ¿Significa que es imposible que ambos factores puedan tener el mismo peso en la toma de decisión?
Conversando con tres especialistas en sostenibilidad, desarrollo organizacional y reputación corporativa*, todos llegamos a la misma conclusión: los despidos masivos generan un círculo vicioso que agrava la crisis; no hay consumo si no existe capacidad de gasto, no hay gasto sin ingresos y no hay ingresos si los clientes no tienen trabajo. A ello sumemos el contexto: 91% de los países del mundo están viviendo las mismas circunstancias, lo que crea una situación sin precedentes. Ahí se abre una ventana de oportunidad. Una oportunidad para las organizaciones que ideen soluciones creativas, más socialmente responsables, más humanas.
En el Índice de Competitividad del Talento Global 2020, el Perú se encuentra en el puesto 77 de 132 países, dos más que el 2019 y cuatro con respecto al 2018. Sería una gran incoherencia que cada vez más empresas estén adoptando el enfoque de poner el capital humano como prioridad, que más compañías quieran formar parte de ránkings prestigiosos que miden sus prácticas laborales, pero que, en el momento en que esos valores son puestos a prueba, traten a sus colaboradores como piezas descartables de la pirámide.
Este es el momento de incentivarlos a comunicar sus ideas, no solo las que impliquen un mejor manejo de la crisis, sino también que aporten a la innovación de la línea de negocio. Ejemplo de ello es una famosa plataforma de alojamiento que ha organizado sesiones de lluvia de ideas online con sus anfitriones locales para transformar la oferta de experiencias y mantenerlas vivas mientras el turismo continúe paralizado.
Estrategias que involucren a los colaboradores en las soluciones, acciones que demuestren transparencia y honestidad y donde sea palpable que el recorte de personal será el último recurso favorecen el ‘ engagement ’ de los trabajadores y, en consecuencia, serán fieles a la compañía. Ello sin mencionar aquellas empresas cuyos inversionistas anteponen el bienestar de su gente, reinyectando un porcentaje de sus propias ganancias. ¿Alguien imagina a algún trabajador de esa empresa renunciando a su puesto en un año, en cinco o en 10? ¿No es la imparable fuga de talento lo que ha preocupado al sector empresarial por décadas?
Tampoco olvidemos que los tiempos han cambiado y los consumidores son menos indiferentes. Vimos cómo una cadena de cines se vio obligada a revertir el despido de algunos colaboradores por la indignación que ocasionó en las redes sociales. Acciones como estas merman la reputación de las empresas a tal punto que podrían no recuperarse. Los costos de despedir personas podrían ser iguales o menores que lo que costará recuperar a los clientes perdidos. Es vital hacer esa proyección, dejar de lado el corto plazo y aplicar lo aprendido de crisis anteriores.
Una verdadera sinergia de las compañías que componen cada gremio empresarial también puede generar nuevas respuestas. Generar espacios para intercambiar ideas y fortalecerse juntos tiene todo el potencial de marcar la diferencia en un mundo que no volverá a ser igual cuando la pandemia termine.
Las organizaciones, junto con el Gobierno, tienen en sus manos la posibilidad de proteger los puestos de trabajo. Tres millones de personas perdieron su empleo en una semana en Estados Unidos, ¿es ese el modelo económico que queremos seguir? En enero de este año, cuando pocos vieron lo que venía, el Barómetro de Confianza Edelman ya mostraba que el 56% de los encuestados en el ámbito global creía que el capitalismo en su forma actual estaba causando más daño que bien. Hoy lo estamos viviendo. El capitalismo neoliberal, en el sentido estricto de la palabra, ha dejado de funcionar y tenemos que dar cabida a la nueva tendencia: el capitalismo consciente.
La conciencia social, el espíritu solidario y la empatía están abriéndose paso en la sociedad y el motor de la economía no puede quedarse fuera. Cuando esta crisis pase, porque ninguna dura para siempre, las empresas que den la milla extra habrán añadido valor y tendrán una gran ventaja competitiva que no pasará desapercibida.
*Rosario Sheen, experta en reputación corporativa; Isabel Mascaró, consultora en asuntos corporativos y sostenibilidad; y César Pera, director de posgrado en Pacífico Business School.
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