Luis García Montero

Yo, ¿quién soy?, puede que sea la más antigua pregunta de la humanidad, y la falta de una respuesta concisa, la causa de buena parte de las angustias del ser humano. Quizás porque a lo largo de la historia hemos buscado una respuesta unívoca, cuando la verdad es que nuestra identidad no es algo hecho de una sola pieza, sino la suma de herencias y conmociones que nos hacen a cada uno único y múltiple, singular y plural a un tiempo. Somos una colección de identidades.

En las vísperas, como quien dice, del próximo Congreso Internacional de la Española (CILE), que tendrá lugar en Arequipa del 27 al 30 de marzo del 2023 con el auspicio del Gobierno de la República del Perú, esa pregunta tiene más sentido que nunca. Para un español, pensar en la cultura peruana es pensar en todo lo que nos une, en lo que nos hace hermanos desde que Felipe Guamán Poma de Ayala, a principios del siglo XVII, redactó “El Primer nueva crónica y buen gobierno” mezclando castellano y quechua en una convivencia que hoy nos sigue enriqueciendo; o desde que el Inca Garcilaso de la Vega, primer cultural de América, supo conciliar sus dos herencias culturales, la inca y la española, en una identidad bifronte y rica cuyo ejemplo nos sigue guiando. Nadie podría negar la huella castellana en la cultura del Perú; sería un necio el que negase la impronta peruana en la cultura española y en las culturas del español. Traer este Congreso a Arequipa es dar continuidad a un infinito viaje de ida y vuelta en el que va y vuelve el oro de la palabra. Y una palabra es siempre una promesa.

Para el Instituto Cervantes, la historia de los (CILE) es inseparable de la suya propia. El Cervantes se fundó en 1991, y solo un año después, en octubre de 1992, convocó junto con el Pabellón de España en la Exposición Universal de Sevilla un Congreso de la Lengua Española con el fin de impulsar nuevas perspectivas en la investigación del idioma y poner en contacto a hispanistas de todo el mundo que sería el germen de lo que hoy es el CILE. El Instituto Cervantes impulsó en 1997 la celebración del primer CILE en Zacatecas, México. A partir del 2001, ya en colaboración con la Real Academia Española, se celebraría de forma trienal en diferentes ciudades de Argentina, Chile, Colombia, España, Panamá y Puerto Rico.

El camino abierto por Guamán Poma y por el Inca Garcilaso nos guía en este congreso que hemos dado en llamar “Lengua española, mestizaje e interculturalidad. Historia y futuro”. El mestizaje se ha convertido en nuestra identidad natural, una forma de ser plural en un mundo globalizado, una manera de entender esa globalización como una conversación y no como un monólogo. Durante los tres días del próximo CILE de Arequipa destacados expertos de nuestra lengua y de las lenguas con las que la nuestra cohabita debatirán sobre el pasado de nuestras hablas y escribirán una carta hacia el futuro que hablará de convivencia y de mutuo aprendizaje. Lo mejor de cuanto somos lo aprendemos de aquellos con quienes compartimos camino. El español es una canoa –la primera palabra indígena que se incorporó a nuestra lengua– que aprendió a ser como es hoy cuando llegó a América y se hibridó con el quechua y con el aimara, con el mapuche y con el náhuatl; cuando recorrió los caminos del mundo con la curiosidad bien dispuesta y escuchó, también en la península, los idiomas de sus vecinos y sus propios acentos diversos. Vamos a Arequipa, como siempre, a aprender y a crecer en un diálogo de iguales.

Yo, ¿quién soy?, es una pregunta que no podemos responder solos, inseparable de ¿de dónde vengo? Somos la confluencia de una multitud de experiencias vitales en lenguas distintas, en países diversos, en sociedades variadas, en momentos de la historia que dejaron una huella y una herida. Asumirlas todas es la única forma de saber quién somos sin deturpar nuestro propio ser. Somos la palabra en pie de un mundo que no se detiene, una palabra que decir a las generaciones siguientes para que siga su camino. Quizás nuestra contribución sea advertir que la pregunta correcta es más larga, más compleja: Yo, ¿quiénes fui, antes de ser quien soy? Y sobre todo: una vez sabido eso, ¿quién quiero ser? Solo así, con la memoria del pasado y la acción del presente, construiremos un futuro habitable, mestizo en su lengua y en su ser.

Luis García Montero es director del Instituto Cervantes

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