Esta enorme crisis política debe hacernos reflexionar sobre cómo llegamos a esta situación. El nuevo Congreso, empujado por intereses poco democráticos, vacó por corrupción al presidente Vizcarra. Este último, había reemplazado apenas hace dos años y ocho meses a otro presidente que había renunciado por presuntas negociaciones incompatibles. Días después, la indignación ciudadana en las calles obligó a la renuncia del ilegitimo presidente Manuel Merino. Nuestro homenaje a la memoria de los dos nuevos héroes de la democracia peruana.
Alfonso Quiroz, en su “Historia de la corrupción” (2014), nos abrió los ojos a cómo el país había estado gobernado mayoritariamente por autoridades corruptas. Por ello estamos obligados como sociedad a ser intransigentes con la corrupción: caiga quien caiga.
¿Es tan grave que se haya, a mi juicio, malinterpretado el texto constitucional sobre la causal de “incapacidad moral permanente”? Sí lo es. Se había vulnerado con triquiñuelas el Estado de derecho y vivíamos bajo un gobierno ilegítimo. Sin embargo, no sorprende que 105 parlamentarios de este Congreso hayan vacado al presidente Vizcarra basándose en los serios indicios que pesaban en su contra. Tampoco sorprende que luego hayan querido enmendar su error nombrando a un nuevo gobierno de transición. Queda claro que muchos de estos parlamentarios actúan movidos por diversos intereses subalternos. Podemos observar que existe un preocupante patrón: toman decisiones populistas sin preocuparse por sus perniciosas consecuencias.
Muchos consideramos que los congresistas que empujaron la vacancia son los principales responsables de los graves momentos que vive el país. Sin embargo, otras autoridades también deben meditar sobre su grado de responsabilidad. Empezando por el propio Vizcarra, que con su comportamiento pasado propició esta grave crisis política. Igualmente, podemos interrogarnos sobre la ligereza con la que una parte de la fiscalía filtró a la prensa gravísimas pruebas contra el presidente en medio de un segundo proceso de vacancia. Resulta bastante claro que los ‘chats’ difundidos jugaron un rol importante en el cambio de opinión de una buena parte de los congresistas. Todas estas pruebas preliminares reposan en las oficinas de los fiscales encargados de esas pesquisas. ¿A qué responden estas continuas filtraciones? ¿Existe una guerra al interior de la fiscalía? ¿Debemos preguntarnos hasta qué punto se ha politizado y mediatizado la justicia?
Obviamente la responsabilidad del nuevo Congreso es superlativa. Su enorme irresponsabilidad responde a la poca experiencia de la mayoría de sus integrantes. Está claro que la prohibición de la reelección de congresistas fue un error porque impide la construcción de carreras políticas profesionales. Esto viene ocasionando que este Parlamento sea todavía más peligroso que el anterior. Desde su llegada no ha dejado de petardear cuanta columna política, económica o jurídica tiene nuestro país. Los partidos políticos, que son los responsables de llevar a los militantes más capacitados al Congreso, lastimosamente se mueven generalmente por lógicas de confianza, donde lo más valorado es la lealtad hacia su líder. Lo que rara vez garantiza la capacidad y probidad.
Finalmente, el nuevo presidente Francisco Sagasti debe tomar conciencia del lío en que se ha metido. Sagasti se encontrará frente a un Congreso que podría desestabilizarlo o vacarlo si decide que no le gusta su liderazgo político. Además, miles de ciudadanos de todo el país no dejarán de recordarle en las calles su nivel de legitimidad democrática. Vemos con mucha esperanza el surgimiento de una nueva generación de jóvenes dispuesta a defender los valores de la República peruana (recordándonos a los “ciudadanos sin república” de Alberto Vergara). Este complicado coctel podría continuar subiendo nuestro nivel de populismo. Preocupa que este Parlamento obligue al nuevo presidente a tomar decisiones que nos continúen regresando a las décadas más oscuras de nuestra historia reciente. Nos esforzamos tanto en las últimas décadas para construir nuestro desarrollo económico y democrático que sorprende descubrir que de pronto todo se puede derrumbar. También preocupa que el Perú se pueda sumar a los países que intentan aprovechar la pandemia para implementar una agenda autoritaria o populista. Ojalá que la crisis en curso nos enseñe a todos sobre las fragilidades de la democracia y cómo depende de todos nosotros saber preservarla.
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