Andrea de la Piedra

Este 8 de marzo para mí es diferente. Estoy a una semana de dar a luz a mi primera hija. Esta experiencia me ha hecho pensar mucho en los retos que tenemos las mujeres embarazadas y las madres. En la discriminación y voces que nos rodean.

En este embarazo me han comentado desde lo que debo o no comer, si es que debo o no dar de lactar o hacer ejercicio y hasta me han juzgado por viajar estando embarazada durante la pandemia.

Vivimos en una sociedad con expectativas estereotipadas sobre lo que significa ser madre y con exigencias de que todas las mujeres deberíamos serlo. También en un entorno que juzga que seamos profesionales y madres. ¿Por qué tendríamos que elegir? Estamos en pleno 2021 y tenemos el derecho a trabajar y desarrollarnos profesionalmente, sin tener voces opinando a nuestro alrededor. Ganamos este derecho gracias a mujeres que nos antecedieron y a las que conmemoramos este 8 de marzo, justamente por el derecho a trabajar en condiciones justas. Además, las mujeres somos en muchos casos el principal ingreso de la familia y hay casi 19% de familias monoparentales lideradas exclusivamente por una mujer (Datum, 2020). La realidad es que no podemos hablar de igualdad de género y de derechos de las mujeres, especialmente en esta fecha, si es que no abordamos la penalización detrás de la maternidad. Existen todavía empleadores que preguntan los planes de tener o no hijos en una entrevista de trabajo, espacios de toma de decisión donde se excluye a mujeres madres, brechas salariales de casi 11% entre una mujer con un hijo frente a una que no lo tiene (Lavado, 2016). A esto le debemos sumar el efecto de la pandemia en las madres, uno de los grupos más perjudicados y agotados considerando que las tareas del hogar recaen tres veces más en las mujeres que en los hombres y que esto se ha incrementado en la pandemia.

También nos enfrentamos a discriminación inconsciente, cuando nuestros propios sesgos hacen que “protejamos” a madres o embarazadas que terminan siendo dejadas por fuera de ciertas oportunidades. Consejo: pregunta, no tomes decisiones por ella. El efecto de esta penalización y de los estereotipos termina generando que las mujeres interioricemos este mensaje negativo, que nos sintamos juzgadas y terminemos juzgándonos también a nosotras mismas. Estos estereotipos nos hacen sentir culpables. Incluso nos llevan aceptar un trato injusto por miedo a perder el trabajo.

No esperemos que seamos las mismas mujeres las que tengamos que resolver este problema. Súmate, no juzgues. Parte de la solución puede ser abordada por las empresas, el Estado, las propias familias y en realidad por cualquier persona. ¿Cómo lo hacemos? Las empresas pueden promover prácticas de flexibilidad y licencias extendidas incluyendo a los hombres. El Estado debe promover un rol más compartido de padres y madres con licencias de paternidad más largas. Las familias necesitamos compartir roles de cuidado, protagonizando y enfatizando el rol de cuidado del padre como un rol tan importante como el de la madre. Y sobre todo, todas las personas debemos evitar juzgar a las madres.

Quiero un país donde mi hija elija libremente si será o no mamá y tome la decisión de serlo sin miedo de perder su trabajo o sin ser juzgada por hacer ambas cosas. Quiero un futuro donde la maternidad no signifique una desventaja para ella, sino una forma de vivir su vida en libertad con un entorno que le permita crecer personal y profesionalmente. ¿Le tocará realmente ese futuro? Dependerá de las decisiones que tomemos hoy.