Gonzalo Zegarra

La “militar” es el periodo de desgobierno que atravesó el Perú entre 1841 y 1845, durante el cual se sucedieron en el poder cinco gobiernos en unos 33 meses. O sea, menos de siete meses en promedio cada uno. El más corto de ellos –encabezado por el Dr. Justo Figuerola– duró apenas cuatro días; el más largo, el “Directorio” presidido por Manuel Ignacio de Vivanco, algo más de un año y tres meses. Esta etapa llegó a su fin con Ramón Castilla, también militar, a quien muchos consideran el gran modernizador (y hasta organizador) del Estado Peruano.

‘Fast forward’. Entre el 2016 y el 2022 (seis años) el Perú ha tenido cinco , en promedio cada uno por aproximadamente 14 meses y medio. El más corto (Manuel Merino) duró apenas cinco días. El más largo, Martín Vizcarra, dos años y nueve meses. Este periodo de inestabilidad –¿o anarquía?– no ha terminado, y en los próximos meses podríamos tener hasta tres presidentes más. A Pedro Castillo, vacado o renunciado, podría sucederlo Dina Boluarte, que a su vez podría ser inhabilitada por la infracción constitucional que el Congreso hoy investiga. Tocaría en tal caso que el o la presidenta del Congreso (Lady Camones ha prometido renunciar en tal caso) gobierne interinamente hasta la elección del siguiente mandatario/a. Todo esto –si llega a ocurrir, claro– reduciría aun más los promedios de duración gubernamentales.

En Ecuador se vivió también un periodo parecido entre 1996 y el 2007, cuando se sucedieron siete presidentes, una de ellos (Rosalía Arteaga) también por cinco días; alguno hasta por tres años (Gustavo Noboa). Este periodo se superó, como en el Perú decimonónico, con la llegada de un “hombre fuerte”, nada menos que el autoritario Rafael Correa, que permaneció 10 años en el poder.

Es fácil extraer conclusiones fáciles a partir de estos paralelos. Pero, como buen liberal, no solo económico, no solo político, también epistemológico –digamos–, no creo en el historicismo; es decir, en una metafísica de la historia que pretende descubrir reglas de inexorable cumplimiento en el devenir de los pueblos. Existe, sí, la biología, y por tanto los comportamientos humanos, incluso los colectivos, están en parte condicionados por mecanismos inscritos en nuestra configuración bioquímica. De ahí que la historia no se repita exactamente, pero sí hay patrones de comportamiento individual y social recurrentes. Pero hay también patrones culturales, que solo ciertos pueblos, por su trayectoria particular, repiten. Y por supuesto hay elecciones individualísimas que determinan la historia; aquellas que el escritor austriaco Stefan Zweig llamó “momentos estelares de la humanidad”, y que yo mismo he extrapolado alguna vez a la peruanidad (8.5.21).

No propongo, entonces, que el desenlace de esta suerte de “anarquía civil” –ya no militar– peruana del siglo XXI tenga que acabar necesariamente como la del siglo XIX. Pero es obvio, también por la experiencia ecuatoriana, que la anarquía llama para su solución al orden, y el orden frecuentemente al hombre fuerte para que “ponga las cosas en su sitio”. De hecho, creo que uno de los pilares de esa compleja ingeniería de la convivencia que es la democracia consiste en encontrar el equilibrio entre las libertades y el orden, que no es otra cosa que la eficaz organización de lo público, de lo común, lo compartido.

El escritor Alonso Cueto ha recordado en su columna de ayer la pregunta que le hice en “Enfoques Cruzados”, el programa que co-conduzco en Canal N, sobre la viabilidad del Perú. No se puede –en mi modesta opinión– pensar el Perú en el largo plazo sin recurrir al maestro Jorge Basadre: “Acaso solo en el hecho de la perdurabilidad del Perú se pueda fundar una deducción optimista. Porque primero vino la anarquía militar, luego la crisis económica y financiera que llegó hasta la bancarrota, en seguida, el desastre internacional, para surgir después once años de ‘dictadura organizadora’. Y el Perú, con todos estos males y sus amenazas coincidentes, ha sobrevivido como si su mensaje aún estuviera por decir, como si su destino aún no estuviese liquidado, como si llevase consigo una inmensa predestinación”. Y así vamos, desde mucho antes de la anarquía militar, o de siquiera llamarnos Perú, persistente y milenariamente intentando ser una sola población y un solo territorio (23.10.21). “Te seguimos buscando, Patria”.

Gonzalo Zegarra es consejero de estrategia