Mario Saldaña

Ayer, mientras el presidente electo de Estados Unidos, , adelantaba la designación de (senador por Florida y excontendor del propio Trump al interior del Partido Republicano) como secretario de Estado, el aún ocupante del cargo, , declaraba en Bruselas que Israel había logrado su objetivo estratégico de desmantelar a Hamas como movimiento terrorista, por lo que la guerra debe acabar en el Medio Oriente.

Si alguien me pidiera apostar si, respecto de esta posición, el actual y el futuro jefe de la diplomacia estadounidense tienen una coincidencia, preferiría pasar, pese a que en el tema del Medio Oriente las gestiones rojas y azules han tenido más matices que diferencias.

Me explico. Ahora mismo, familiares de rehenes estadounidenses aún cautivos en Gaza han pedido a la administración saliente y a la entrante no detener sus esfuerzos por liberar a sus seres queridos.

El nombramiento de Michael Waltz como asesor de la Casa Blanca en temas de seguridad, por otro lado, augura una perspectiva más belicista que pacifista tomando en cuenta sus antecedentes. Es un reconocido excombatiente en Afganistán, Medio Oriente y África, además de mantener una postura dura frente a China.

Pero esperar la paz en el corto plazo suena idílico, atendiendo a la gran celebración de Benjamin Netanyahu y sus partidarios por el triunfo del republicano. Más de un analista israelí ha señalado que estos han calificado la victoria de Trump como propia.

La trayectoria del presidente electo en su relación con el sionismo refuerza esa expectativa. Entre las medidas más controvertidas que Trump adoptó en su primer mandato están, recuérdese, el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, el traslado de la sede de la embajada estadounidense a esa ciudad desde Tel Aviv y el apoyo explícito a la soberanía israelí en los Altos del Golán.

En paralelo, se espera que en este segundo mandato Washington promueva la normalización de las relaciones entre Israel y algunos países árabes dejando de lado a Palestina.

Volviendo a Rubio, y respecto de América Latina, es toda una incógnita si su gestión endurecerá las relaciones con Cuba, Venezuela y Nicaragua. Sus opiniones siempre han sido de tolerancia cero a estas dictaduras, no tanto así con México.

¿Estaremos ante una vuelta de tuerca en las relaciones con la región luego de muchos años de escaso interés en Washington por lo que sucede desde el Río Grande hasta la Tierra del Fuego?







*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Saldaña C. es Periodista

Contenido Sugerido

Contenido GEC