No puedo dejar de escribir sobre el atentado que ha sufrido París por parte del Estado Islámico. París es una ciudad cosmopolita como lo es Nueva York y las dos acogen generosamente la diversidad de culturas. La gran mayoría de los habitantes del mundo desea conocerla. Es, además, la ciudad del amor. París es la Ciudad Luz en la medida en que es la ciudad de la vida. Todos los que han vivido en ella de jóvenes, decía Hemingway, la llevarán en su corazón. Hasta Woody Allen, quizá por ser de Nueva York, la filmó en su esencia íntima: recreando la imaginación. Es también la ciudad de la soledad de las muchedumbres como lo escribió Baudelaire. París encarna la modernidad, según Marshall Berman, y quizá por eso ha sido escogida por el Estado Islámico para llevar hasta sus calles su guerra con Occidente. Hitler, cuando logró invadirla en 1940, paseó su mirada de águila por el Arco del Triunfo y la Torre Eiffel como una manera siniestra de reconocer el preciado botín. París es la ciudad que amamos en verano y en invierno, la ciudad que soñamos y ahora lloramos.
Francia, que la cobija y rodea como si fuese un extenso jardín generoso, es un país agrícola, de numerosas aldeas, ciudades pequeñas e intermedias, que tiene en París el faro de la vanguardia. Francia ha debido soportar guerras prolongadas en sus colonias, en territorios diversos como Indochina y Argelia. Francia, junto a Inglaterra, Portugal y Bélgica, puso su pie colonial en el África y ahora es considerada la aliada principal de Estados Unidos en su confrontación contra el Estado Islámico, que controla territorios dentro de Iraq y Siria. La guerra en Siria convoca demasiadas intervenciones internacionales y diversos intereses geopolíticos. Rusia defiende el gobierno de Al Asad; Estados Unidos y Francia ayudan a los rebeldes y todo Occidente, incluyendo a Rusia, enfrenta al Estado Islámico. Iraq y Siria son sociedades destruidas por la intervención que lidera Estados Unidos. En Iraq prácticamente no funciona el Estado, en todo caso los sunitas se han quedado como un minoría pobre, sin influencia política, y son ellos quienes engrosan las filas del Estado Islámico.
Francois Hollande ha dicho que los atentados en París son un acto de guerra y ha procedido, inmediatamente, a bombardear el fortín del Estado Islámico en Siria. La guerra asoma lenta, pero segura. Estados Unidos arrastra a Europa en esta guerra y Francia, su aliado más importante, sufre las peores consecuencias. El caos se ha instalado en Iraq y Libia, la inseguridad en Egipto y Túnez. El bulevar Voltaire se ha teñido de sangre. Es la hora de hacer política y no desembocar en la guerra abierta.