Banderillas de luto para la Beneficencia, por F. de Trazegnies
Banderillas de luto para la Beneficencia, por F. de Trazegnies
Redacción EC

La merece que se le pongan unas banderillas de luto o, mejor aún, como se hacía antes, unas banderillas de fuego.

Resulta inconcebible que, faltando apenas cuatro meses para la tradicional , la Beneficencia no haya aún encontrado un concesionario a su gusto para la . Como es fácil imaginar, una feria de esa naturaleza no se monta en cuatro días sino que requiere muchos meses para contratar a los toreros, para escoger y comprar el ganado que hay que traerlo de fuera, para acondicionar la plaza a fin de que sirva al propósito para el que fue creada y que ahora se encuentra en abandono. Por consiguiente, la conclusión casi inminente es que no habrá este año la tradicional feria de octubre que nos honra a los peruanos por cuanto es una de las plazas más prestigiadas y con más tradición del mundo.

Y no se nos puede decir que faltan ofertas de posibles concesionarios. Según tengo entendido, hay cuando menos tres consorcios dispuestos a hacerse cargo de la feria, incluido uno extranjero.

Por consiguiente, la segunda plaza de toros más antigua del mundo (inaugurada en 1766 y precediéndola solo la de Sevilla de 1733) se quedará sin uso simplemente porque la Beneficencia exigió tales condiciones que ningún concesionario podía aceptar. ¿Sabía usted, amigo lector, que gracias a la forma como se maneja nuestra Plaza de Acho, la entrada más barata (fila 25 de Sol) cuesta casi el doble que la entrada equivalente en Madrid; con el agravante de que Las Ventas tiene aún gradas más altas y, por tanto, el asiento más barato en Las Ventas de Madrid cuesta menos de la mitad de la entrada más barata en Acho? Ciertamente, aquí está pasando algo raro que perjudica gravemente la fiesta. Tanto la Beneficencia como los concesionarios deben explicarnos el tema.

La Beneficencia aduce que la Plaza de Acho es la principal renta para atender a sus obras sociales. Pero no lo parece. Al paso que vamos no tendremos toros en octubre; y cuando los tengamos –si así sucede– los asientos serán tan caros que la plaza estará optimistamente a la mitad de asistentes. Y entonces la Beneficencia perderá flagrantemente. Y no se diga que es porque la afición disminuye, pues cada vez hay más plazas y más corridas en provincias.

¿No será todo esto sino parte de una campaña para acabar con los toros en el Perú de manera solapada? La Beneficencia no le da el adecuado mantenimiento a la plaza que como dueña le corresponde. Por otra parte, con sus decisiones demuestra que no quiere alquilarla para lo que siempre fue, esto es, un coso taurino; y no tiene escrúpulos en romper una tradición casi dos veces centenaria.

¿En qué se convertirá entonces la plaza? ¿Cómo obtendrá la Beneficencia la renta que tanto dice necesitar de ella? No lo comprendo. ¿Pensará ofrecer otros espectáculos en la plaza? Primero tendría que invertir en mejorarla. Y luego esa inversión, al margen de los toros, resultaría una pérdida total de capital porque ni por su estructura, ni por el lugar en que se encuentra situada la plaza dentro de la ciudad, puede considerársela como un local apropiado para otros usos. No veo realmente a la gente dirigirse en la noche a Acho para escuchar al último grupo de rock. Para eso ya hay en Lima otros lugares más adecuados y seguros. Por consiguiente, todo ello no son sino sueños... y los sueños, sueños son. Lo que no será un sueño es la ruptura imperdonable de una tradición y la escasez de fondos que sufrirá la Beneficencia por encontrarse que ella misma ha creado un elefante blanco con el que no sabrá qué hacer.

Conclusión: estamos quizá todavía en los últimos momentos antes de caer por el resbaladero que inevitablemente producirá muchos estragos de todo tipo, con daño de unos y de otros. Repensemos seriamente las cosas, hagamos memoria histórica y devolvámosle a la Plaza de Acho su sitio en Lima. Un error en estas circunstancias –aun cuando sea cometido con la mejor voluntad– solo puede conducir al desastre.