La mañana del 24 de setiembre de 1946 el cerro San Cosme fue ocupado por un centenar de personas, en su mayoría provincianos comerciantes de La Parada, quienes arguyendo no tener dónde vivir, con banderas peruanas en mano, instalaron esteras y declararon que se constituían en una asociación de vivienda. El gobierno democrático de Bustamante y Rivero consintió el hecho y, con ello, dio nacimiento a la primera barriada del Perú. A partir de entonces, el fenómeno se expandiría y se haría explosivo.
Primero fueron otros cerros (El Agustino, San Pedro), luego la periferia de la ciudad (San Martín de Porres, Comas) y al final el arenal con Ciudad de Dios, fundada la Navidad de 1954. En 1956 dirigí el primer censo de barriadas de Lima, Arequipa y Chimbote, con la participación de alumnos de la UNMSM. En Lima había 56 barriadas con el 10% de la población de la ciudad. Resultados que llamaron la atención nacional y que fueron usados por el gobierno de Prado para sustentar la tesis de que el problema número uno de Lima era el de la vivienda.
Lejos de detenerse, la ocupación del arenal continuó para expandirse a Villa El Salvador en la década de 1970, movimiento que ni siquiera el general Velasco Alvarado pudo detener. Después vendrían San Juan de Lurigancho y Huaycán hasta llegar a Mi Perú, creada durante el gobierno de Fujimori.
En todo este lapso se identificaba barriada con pobreza extrema. Hoy la pobreza extrema casi ha desaparecido de Lima y ciertamente las barriadas que llegaron a 400 a fines del siglo XX lograron predominar en 29 distritos de los 49 que tiene la urbe Lima-Callao y se convirtieron en distritos; luego, esos distritos formaron conos. Hoy, por sus dimensiones demográficas y geográficas y por su peso social y político, esos espacios se han constituido en tres nuevas Lima.
En ellas sus pobladores no solo cambian el paisaje urbano, sino también crean un vigoroso circuito económico de servicios, que amplía el mercado interno, constituyen una constelación policlasista formada por pequeños y medianos empresarios, autoempleados y trabajadores eventuales, y forjan una identidad propia que rescata su raigambre serrana y asimila la influencia cultural occidental.
Pero, al mismo tiempo, en los bordes de las nuevas Lima, en las alturas de las carreteras al sur, norte y centro, los paseantes de fin de semana pueden ver nuevas esteras, nuevas banderas e inscripciones y nuevos pobladores sin luz ni agua. ¿Si la pobreza ha retrocedido tanto en Lima, por qué cada día nace una nueva barriada?
La respuesta es compleja. Me atrevo a proponer que la barriada es la gran forma de acomodo a la capital del migrante provinciano. En ese sentido, no es solo la respuesta a un problema de falta de vivienda sino mucho más que eso, es el Otro Perú que se hace presente y reclama pertenencia, ciudadanía, reconocimiento.
Su peculiaridad es que ha recreado en su seno al mundo de la comunidad andina que se expresa en la presencia de rasgos como la reciprocidad y ayuda mutua en el trabajo y en la vida social (minga y ayni), y el autogobierno (kamachicoc) basado en la participación de todos los adultos en las decisiones como ocurría en el ayllu.
Este tejido social es el que le da fuerza para levantarse ante el Estado y demandar la atención a sus necesidades. Tal como lo hicieron hace décadas sus antecesores, estos pobladores de las nuevas barriadas seguramente también pronto bloquearán las pistas y marcharán por las calles para reclamar agua y luz para sus viviendas y educación para sus hijos.
Es decir, en mi opinión, la barriada es la forma de articulación del poblador desposeído y el Estado, todo un fenómeno original en América Latina solo explicado por la presencia histórica de la comunidad andina en la nueva realidad urbana, algo que los antropólogos europeos llaman “el poder de la cultura”. Ninguno de los gobiernos del siglo XXI ha logrado asimilar este desborde. Por ello, mientras sus hermanas mayores, las barriadas originales, crecen y se convierten en emporios (como el caso de Los Olivos), en los próximos años seguiremos viendo una nueva barriada cada día.