“Bozal de arepa”, por Josefina Barrón
“Bozal de arepa”, por Josefina Barrón
Josefina Barrón

Cuando el ensayo periodístico brota de las canteras de una dictadura se vuelve como el amor prohibido: atrapa la luz en los resquicios del encierro. Y es que de la desesperanza brota ese último grito que empodera. En tiempos de crisis hay quienes claudican, pero están los otros que se redescubren.

Un periodista, y un hombre de familia que es peruano y hoy también venezolano. César Miguel Rondón y Ricardo, a secas. Rondón, querido y respetado periodista, está siento retirado de la radio por absurdos argumentos, como los son siempre cuando un sistema dictatorial quiere taparle la boca a quien le es incómodo. Y en ese imperio del capricho, donde manda un bigote espeso que ya no tiene bolsillos ni vecinos, hay quienes apoyan a Rondón a través de la web, siempre rebelde como una adolescente. Allí las plumas de sus amigos comunicadores nos ofrecen un panorama bastante claro de cómo sienten su realidad, y cito a uno de ellos, Leonardo Padrón: “El país hoy son tantos temas que uno puede quedarse horas en blanco frente a la computadora. Es una matemática rara para un escritor: la suma de peripecias desemboca en un largo silencio. El país es una noticia llena de piedras. Ya cualquier martes de nuestra vida tiene rizos épicos. La mantequilla es un tema de conversación. La desaparición del atún. La frontera como un triste videojuego de guerra. Vaya intoxicación”.

En esa intoxicación vive Ricardo. Espera, junto a su mujer y con el corazón en la garganta, a que sus hijos lleguen a casa cada sábado luego de la salida de rigor, porque hay que seguir viviendo. Ricardo dejó el Perú hace cuarenta años cuando su padre decidió irse con toda la familia, y es que la mal llamada reforma agraria les arrebató las tierras que con tanto esfuerzo y luego de generaciones habían labrado. El padre de Ricardo concluyó que era la mejor opción para lo que él sabía hacer mejor: seguir trabajando el campo. Ricardo era el mayor de seis hijos. Tenía 16 cuando salió del Perú. Su padre y toda su familia regresaron pronto, pero él se quedó en Venezuela porque ya formaba un hogar.

Han pasado cuarenta años. Hoy, su hija menor tiene 19. Y la Venezuela que desgobierna Maduro se parece demasiado al Perú de Velasco. El racismo al revés, el populismo disfrazado de subsidio que allá llaman bozal de arepa, la falta de libertad de expresión, la violencia respirando en la oreja, la escasez absolutamente de todo. Revolución que no es sino robo a mano armada. Pero una cosa tiene clara Ricardo, porque su padre se lo transmitió cuando tuvo que regresar a hacer patria en un país vulnerado, y ahora él se lo transmite a sus hijos, que se criaron venezolanos y que quieren volar, como voló Ricardo del Perú y como vuelan los jóvenes en busca de oportunidades por el mundo: nunca abandonen su patria, permanezcan, y verán los frutos de su tenacidad. Ustedes, los jóvenes, serán los autores de la verdadera Revolución.