“Somos un partido de izquierda socialista y buscamos el cambio a través de una . Vamos a devolver la esperanza, devolver un futuro diferente, vamos a cambiar la estructura económica del país”.

¿Quién lo dijo? ¿? ¿? No, ¡!

Así pensaba ella, concordante con su militancia de varios años en . De hecho, postuló tres veces a elecciones por ese partido. Primero a la alcaldía de y, luego, al complementario; en ambas, sin mayor suerte.

En la tercera, con un recién llegado Castillo, se sacaron el boleto premiado. El desprecio por su falta de “trayectoria político-partidaria” lo resumió bien , otro de los “históricos” de Perú Libre: “Tengo la convicción plena de afirmar que su práctica no corresponde a una formación política de izquierda, sino a un nivel sindicalista básico”.

Pero cuando se produjo el patético intento de golpe y llegó a la presidencia, ella se transformó. Se dio cuenta de que los vientos habían cambiado y si quería sobrevivir le tocaba voltear a la derecha.

Pero su karma la persigue y cada vez se parece más al lado B del vinilo que lanzó a la “fama” a Castillo.

Mientras más argumenta ella ser lo contario y hacer lo opuesto, su se parece más en aspectos esenciales al de su predecesor. Después de todo, ser ministra de Castillo es su única experiencia de gestión y nunca tomó distancia de las barbaridades que este hizo, ni siquiera en los últimos 11 días en los que no fue ministra.

Para empezar, se parecen en la falta de idoneidad para el cargo; en el caso de Castillo, insuperable, pero en el de ella, muy notorio. Defecto expresado, por ejemplo, en su similar incompetencia para construir gabinetes adecuados y estables, por lo que ella también cambia de ministros como si fueran relojes en su muñeca. Es cierto que el primero tiene un récord inmejorable con 78, pero ella, con 52 (y quizás pronto 53), no desentona.

Un buen número de los expectorados lo fueron para asegurar votos en el Congreso. Ninguno de los dos dudó en sacar a varios de los pocos buenos que tenían y poner gente de segundo o tercer nivel para conseguir ese objetivo.

Castillo reivindicaba que con ello tenía a sus que lo obedecían y protegían; por ejemplo, de la vacancia. Ella dice que lo que la alumbra es tener “grandes amigos en las bancadas del Congreso”. La confesión preocupa, dado lo que su amigo más querido, su ‘, le viene costando al erario nacional.

Hay más similitudes entre ellos, pero la decisiva es que ambos tienen muy serias investigaciones fiscales. Los dos quedaron prontamente involucrados en casos penales en los que la superabundancia de indicios que los comprometen no les augura un buen pronóstico.

Al igual que a Castillo, la situación se le viene bien complicada. Cada día que pasa nos enteramos de que la viene acumulando más evidencias contra ella, tanto por las trágicas muertes del inicio de su gobierno, como también por el frívolo escándalo de los y los .

En respuesta, y de nuevo como su antiguo jefe, Dina parece no dudar en moverse por el lado oscuro de la luna si de protegerse de la justicia se trata.

Complicada situación la que le toca vivir al país. Una presidenta abrumadoramente impopular, investigada por temas graves y que, para sobrevivir, no le queda otra que bailar la música que le pone un Congreso como el que tenemos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Carlos Basombrío Iglesias es Analista político y experto en temas de seguridad