El viernes 24 de marzo, Katherine Gómez se convirtió en una víctima más de feminicidio en el Perú. Tenía 18 años cuando su exenamorado decidió echarle gasolina y prenderle fuego, castigándola así por haberlo dejado. Solo en el 2022, ocurrieron 137 feminicidios y 111 tentativas de feminicidio. El feminicidio es el asesinato de una mujer agravado por razones de género; es decir, mujeres que son asesinadas por el hecho de ser mujeres. En la mayoría de los casos, el homicida era la pareja o expareja de la víctima.
La violencia contra la mujer llega a cifras alarmantes: se espera que tres de cada cinco peruanas serán víctimas de violencia durante su vida. Esta alta incidencia de violencia contra las mujeres demuestra que en nuestro país las mujeres siguen siendo ciudadanos de segunda categoría y que muchas veces son revictimizadas cuando se atreven a denunciar. La violencia es una realidad que enfrentan las mujeres a diario y es transversal a todos los estratos socioeconómicos y niveles de educación.
En el 2022, 1.625 niñas de entre 10 y 14 años se convirtieron en madres. Cada uno de estos casos es producto de una violación sexual. Pero, además de ser un delito, el embarazo adolescente restringe el desarrollo de las niñas y adolescentes al limitar su acceso a educación y, con ello, a un trabajo formal y a sus posibilidades de escapar de la pobreza. Es, además, un problema de salud: la mortalidad materna en niñas y adolescentes es mucho más alta que en cualquier otro grupo. Solo ese año, el Centro de Emergencia Mujer atendió 27.362 casos de violencia sexual, en el 95% de los casos las víctimas son mujeres. Y en 8 de cada 10 casos la víctima es una niña o adolescente.
La desaparición de mujeres, niñas y adolescentes en el Perú es otro de los gravísimos problemas que enfrentamos y que rara vez llega a los medios. Solo en el 2022, se presentaron 5.381 notas de alerta por mujeres desaparecidas: de ellas, 3.560 eran niñas y adolescentes. Muchas de ellas acaban en manos de redes de trata de mujeres para la prostitución, trabajando en bares clandestinos y en campamentos de minería ilegal contra su voluntad.
El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Y equivocadamente se cree que este día es un día de celebración, en el que muchas empresas aprovechan para organizar festejos para sus trabajadoras y campañas de ofertas dirigidas a sus clientas. Pero en realidad este día busca llamar la atención sobre la inequidad de género que existe a nivel global. Y que no se limita a la violencia contra las mujeres. Si fuésemos a abordar seriamente el problema de inequidad de género en el Perú, el sector privado, en lugar de hacer campañas para aumentar sus ventas, podría, por ejemplo, hacer talleres contra el acoso sexual, desarrollar campañas contra la violencia doméstica y generar incentivos para que más mujeres puedan subir peldaños en la escalera corporativa. El acoso sexual, una de las mayores manifestaciones de inequidad de género, ocurre en colegios, universidades y centros de trabajo, debilitando el desempeño de los estudiantes y trabajadores y generando que quienes sufren acoso abandonen los estudios o el trabajo. La falta de protección hace que menos del 10% de quienes pasan por una situación de acoso sexual lo denuncie. El 40% calla porque no quiere ser vista como problemática, por miedo a alguna represalia o por vergüenza (ELSA-GenderLab).
La violencia de género tiene consecuencias económicas para la víctima y su familia, pero también para el país, ya que limita la participación de las mujeres en mercados, su acceso al empleo formal y el desarrollo de capital humano. La violencia contra las mujeres no es una cosa de mujeres, por el contrario, afecta a toda la sociedad y por ello la única forma de reducir su incidencia es lograr que los hombres se compren el pleito. La mayoría de nosotros nunca conoció a Katherine y no hubiésemos sabido que ella alguna vez existió si no hubiese sido asesinada. Que su caso sirva para iniciar una campaña nacional contra la violencia de género.