(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Fernando de Trazegnies

No cabe duda de que todo político es –o debe ser– un personaje inolvidable en razón de lo que aporta para el desarrollo y el bienestar de todos los ciudadanos de su país. Lamentablemente, esto no siempre es así. Diría incluso que, en gran parte de los casos, poco después de concluida su actividad pública, la imagen de los políticos se pierde porque no han proporcionado un aporte importante al desarrollo nacional. Lo que es peor, muchas veces su actividad queda reducida a la producción de un caos inaceptable. La historia del Perú nos demuestra esta crisis politiquera.

Afortunadamente, también tenemos en nuestro querido Perú a personajes políticos que han contribuido al desarrollo nacional. Y uno de los más significativos ha sido el presidente , a quien los peruanos parecen haber olvidado a pesar de que se trata de uno de los políticos que más entusiastamente llevó al país a una modernidad culta y ponderada.

Es muy significativo que, a pesar de la ceguera de los medios políticos, su familia haya mantenido vivo su espíritu patriótico, creando una institución –la Fundación M.J. Bustamante de la Fuente– orientada al servicio de la cultura en el Perú, especialmente en el acercamiento de la filosofía, el derecho y la ciencia a lo largo y ancho de todo el país.

Esta fundación ha publicado este año un libro (“Obras completas”), compuesto por dos grandes tomos, que contiene el pensamiento de ese gran amante del Perú. Ahí podemos encontrar testimonios y aportes políticos que nos recuerdan a los peruanos precisamente la importancia de la peruanidad, así como de la democracia, de los valores espirituales, de la necesaria descentralización para facilitar el desarrollo de las provincias.

El libro, de 1.300 páginas reunidas en dos tomos, contiene una cantidad muy importante de discursos, opiniones y reflexiones que aun hoy merecen ser pensadas con una perspectiva marcada de peruanidad. No podemos olvidar que, luego de la revolución de 1949, el derrotado presidente Bustamante fue apartado de su propio país por el revolucionario general Manuel Odría, y pasó cerca de seis años en España. Sin embargo, su espíritu patriótico y su deseo de colaborar con el desarrollo del Perú nunca declinó y puede advertirse en todas sus declaraciones posteriores.

Es interesante leer sus textos escritos después de su regreso al Perú. En ellos opina que “el imperio de la ley es el desiderátum al que debe aspirar toda nación bien constituida”. Pero agrega que hay que tener cuidado con el derecho y la sociedad, pues “hay leyes y leyes. Las hay buenas y malas”.

El libro es un extraordinario conjunto de pensamientos políticos y jurídicos que merece una lectura minuciosa. Es posible que en algunas cosas estemos de acuerdo y en otras no. Pero lo importante es abrir la discusión sobre los temas político-jurídicos, a fin de profundizar su acción adecuadamente.

Algo muy significativo que no puedo dejar de señalar es el culto de Bustamante por la poesía. Aun cuando nunca hubiera pensado que una persona que vive apretadamente por los problemas políticos tuviera el tiempo y la vibración interna necesaria para escribir poesía, nos encontramos con un político capaz de darse el tiempo de escribir un poemario titulado “Reandando por viejos caminos”, con más de 300 poemas muy emotivos y bien planteados.

Así, podemos terminar con la primera frase de uno de sus poemas llamado “El labriego” que dice: “A través de los surcos en hilera, discurre el labrador de faz tostada: ha querido regar la madrugada su parcela de limpia sementera”.