El lunes, por la radio, López Meneses volvió a amenazar al presidente del Perú: Dijo que no le tiene miedo, que en todo caso Humala se lo tendría a él por todo lo que le sabe. Y como si nada soltó tres novedades: Que estuvieron juntos en agosto del 2012 en Paracas; que Nadine estuvo también. Y que existiría un audio que probaría que el ‘locumbazo’ se montó para facilitar la huida de Montesinos en el Karisma.
Un prontuariado en materia de corrupción, encausado en este momento por la fiscalía anticorrupción; amenaza al presidente de la República de manera impune y descarnada. Casi un año después del escándalo que lo involucra, ofrece información sumamente comprometedora. El presidente, su Gabinete y su partido, se limitan al pico a pico con la oposición y no le ofrecen al país ni siquiera la verdad que los haría libres del chantaje al que este sujeto parece tenerlos sometidos. Su desfachatez, sumada a la inacción del gobierno, paraliza a las autoridades: La fiscalía, por ejemplo, ha renunciado a profundizar en su investigación, ya no se pregunta para qué se usaba o qué se cuidaba en esa casa.
La comisión del Congreso que investiga el caso se ha convertido en la piñata del gobierno y del imputado. El primero la acusa de fujimorista y el segundo también. A pesar de ello, Juan José Díaz Dios y Cecilia Tait insisten en pedirle al presidente Humala su colaboración, y le garantizan que respetarán su investidura y su condición de presidente de todos los peruanos hasta el fin de su mandato.
El ministro del Interior le sirve al operador de Montesinos para golpear al gobierno en su puntal de popularidad más fuerte, pero también para demostrar, tal como lo haría el propio Montesinos, su poder al interior de las FF.AA.: “En el 2007 Urresti me buscó porque estaba desesperado. Quería ascender. Cuando yo averigüé me di con la sorpresa de que no podía aspirar a ser general”, ha dicho.
El operador de Montesinos se defiende extorsionando al presidente y amenazando a los ministros; pero lo peor es que utiliza la prensa para hacerlo. Su audacia es inacabable. Sin embargo, lo que López Meneses tenga que decir no debería hacerlo a través de los medios; un sujeto con sus antecedentes debería confesar en la oficina de la fiscal que lo investiga, y declarar bajo juramento en la comisión del Congreso que sigue su caso.
La prensa en nuestro país no puede ser imparcial con la corrupción. Nadie persigue políticamente a López Meneses, él no es víctima de ninguna injusticia. Él está chantajeando al presidente del Perú y aunque alguien pensara o dudara de que la grosera protección policial apostada en las puertas de su casa y la de su papá, fuera para él; ningún medio debería aceptar ser testigo de una extorsión dosificada que arrastra a la decadencia moral a nuestro país.
En boca de un extorsionador, aun lo cierto debe ser dudoso. Y mientras se trate de una persona que ocupa el cargo de presidente de la República, los peruanos debemos dudar. No nos queda otra.