¿Será que el modelo económico no se ha agotado, después de todo? (Foto: Archivo El Comercio)
¿Será que el modelo económico no se ha agotado, después de todo? (Foto: Archivo El Comercio)
Iván Alonso

La noticia del aumento de la ha sacudido al Perú entero. Tras diez años de reducción ininterrumpida, el índice de pobreza ha subido del 20.7% de la población en el 2016 al 21.7% en el 2017. Hay 357,000 pobres más en un país que sólo tiene 337,000 habitantes más. Todo esto es para algunos una señal de que el modelo económico se ha agotado y de que sólo podemos reducir más la pobreza mediante la acción directa del estado. Para otros es simplemente una consecuencia inevitable del aumento de la informalidad, la caída de la inversión o la desaceleración del crecimiento.

Entendamos primero el significado de las cifras. El índice de pobreza no es algo que se pueda medir directamente; sería costosísimo. El índice reportado es una inferencia estadística basada en una encuesta sobre los gastos de consumo de 34,000 hogares (menos del 1% de la población total). La inferencia es válida; pero, como toda inferencia, está sujeta a un margen de error. El (INEI) calcula que en el 2016 el índice de pobreza podría haber sido tan alto como 21.6%, y en el 2017, tan bajo como 20.9%. No es, pues, del todo claro que la pobreza haya aumentado.

El problema es otro y es aparentemente más serio. El índice reportado cada año es el punto medio de un rango que se denomina un “intervalo de confianza”. El índice verdadero –el que encontraríamos si pudiéramos encuestar a todos y cada uno de los peruanos– está muy probablemente dentro de ese rango. Podemos decir que la pobreza es menor hoy que hace cinco años porque los intervalos de confianza no se superponen. Pero no podemos decir categóricamente, usando ese mismo criterio, que haya subido o bajado del 2014 en adelante.

Este virtual estancamiento, decíamos, es un problema aparentemente más serio que el aumento del índice de pobreza en la última medición. Pero sólo aparentemente porque también hay que considerar cómo han cambiado las condiciones de vida de los pobres. La distancia que separa de la línea de pobreza a quienes todavía no la han cruzado se ha ido acortando con el tiempo. En el 2007 los gastos de consumo de los pobres se encontraban, en promedio, 14% debajo de la línea de pobreza, según reporta el INEI; hoy están 5% debajo. Los pobres de hoy son menos pobres que los de antes.

¿Cómo se explica esta relativa mejoría? ¿Serán los efectos de los programas sociales? ¿O será que el modelo económico no se ha agotado, después de todo? Difícil saberlo, aunque a nuestro lector habitual no le sorprenderá escuchar que nos inclinamos por lo segundo.

No es inconcebible que, en los próximos tres años, digamos, un cambio favorable en el entorno económico se traduzca en una caída pronunciada en el índice de pobreza, comenzando por Lima y la costa y la sierra urbanas, que son los dominios geográficos (como los llama el INEI) donde esa distancia a la línea de pobreza es menor. Ya ha ocurrido que el índice de pobreza en la costa rural, el único dominio donde se ve claramente una reducción, cayó cuatro puntos porcentuales después de cinco años en los que prácticamente no se había movido del 30%.

El cambio favorable que tenemos en mente no es más que contener los impulsos intervencionistas del congreso, el gobierno y los reguladores, que, en su empeño por decirle a la gente cómo tiene que hacer sus negocios, terminan por disuadirla.