Colegios y racismo: después del partido, por Raúl Castro
Colegios y racismo: después del partido, por Raúl Castro
Redacción EC

Quien ha jugado fútbol en un campeonato interescolar sabe que el racismo puede ser parte del juego. Se experimenta en la cancha, en las tribunas, y hasta después del partido cuando se hacen las ceremonias de premiación.

En todos los casos, los cantos y hurras se pueden deformar hasta caer en el automático y despreciable recurso del epíteto geográfico (“serrano”), étnico (“indio”, “negro” o “cholo”), basurizador (“cacas”, “cochinos”) y los que animalizan al rival (“monos”, “llamas” o “bestias”).

No es ni nuevo ni viejo sino de siempre. A finales de los años 80 por ejemplo –un recuerdo personal– las barras de los más conocidos colegios de comunidades extranjeras en Lima intentaban siempre minar los ataques del equipo de mi alma máter, el María Alvarado, con esperables y cuasi ridículos insultos de este tipo

Recuerdo en particular un partido en que unas muy blancas y simpáticas jovencitas en las tribunas empezaron gritándonos “¡guanacos!” y terminaron con un incomprensible “¡huanacaures!”.

“Huanacaure” es un rocoso cerro de más de 4 mil metros sobre el nivel del mar ubicado en el Cusco, que la mitología andina considera como la más sagrada huaca de los incas.

Lo que pasó entre el Santa María y el Salesiano solo lo saben sus comunidades escolares, pero lo que sí se puede asegurar es que no se reduce a las redes sociales.

Como en el fútbol de grandes, las fanaticadas trasladan la pugna del verde a la plataforma online, con todos los ajos y cebollas que ello implica.

La normalización del insulto racista es tangible y evidente para todos y es consustancial al orden colonial.

Por ello no está solo en el fútbol sino en todas las esferas de la vida cotidiana de los países que lo vivieron. Casos de racismo en el campo de juego hemos tenido en Inglaterra, en España, en Estados Unidos y, por supuesto, los tenemos en el Perú.

Pero hay una diferencia: en otros lados se combate frontalmente y se aplican penas severas a quien lo emprende. En Inglaterra, el capitán de la selección John Terry fue suspendido cuatro fechas acusado de insultar a otro jugador. En Estados Unidos, Donald Sterling, propietario del equipo de basquet Los Angeles Clippers, acaba de ser suspendido de por vida por sus repulsivos comentarios hacia los afroamericanos.

Como en el secretismo premoderno, en el triste caso que apreciamos en el campeonato de Adecore, todo se ha resuelto a puertas cerradas y en la mayor de las reservas. Yo creo que esta forma de encarar esta lacra social es errónea.

Lo mejor que pueden hacer estos colegios es hablar públicamente del tema y liderar una enérgica campaña abierta y frontal de lucha contra el racismo.

En el Perú tenemos muchas esperanzas de que las nuevas generaciones cambien las taras más lacerantes y perjudiciales que sufrimos.

Pero ello no se va a lograr si los padres y los educadores no damos el ejemplo. Tenemos una gran oportunidad de cambiar el signo de las cosas. Juguemos ahora al ‘fair play’.