Los países que tienen la capacidad de desarrollar nuevas tecnologías son, además, los que lideran los rankings de innovación y tienen la libertad de negociar mejores acuerdos económicos asociados a su capacidad de controlar la propiedad intelectual de las diferentes tecnologías emergentes, tales como la nanotecnología (desarrollando nuevos materiales), la biotecnología, la inteligencia artificial (IA), algunos cambios en medicina, agricultura y otros.
Muchas de las tecnologías que hoy utilizamos, y que aún son prototipos, fueron desarrolladas por investigadores e innovadores que trabajan en universidades y centros de investigación. ¿Cómo estas investigaciones se transforman en productos, procesos o servicios innovadores? ¿Cómo una investigación en nanomateriales se transforma en un polo que permite recargar un celular? Estas son preguntas interesantes. Para responderlas, se requiere analizar varias perspectivas.
Primero es necesario que la institución que generó la tecnología tenga la capacidad de valorarla y protegerla, y un marco legal que permita una vinculación empresarial y una transferencia tecnológica en condiciones justas; es decir, que permita buscar a empresas que puedan validarlas y escalarlas, negociar con ellas para desarrollar soluciones específicas a sus problemas o identificar nuevos mercados. Por otra parte, se requiere un ambiente empresarial que reconozca la capacidad de las instituciones de investigación (universidades, institutos públicos o privados de investigación, etc.). Si se cumple con lo anterior, es posible realizar esa transferencia tecnológica que se define como el proceso mediante el que una empresa, gobierno u ONG puede acceder a las tecnologías desarrolladas.
La transferencia de tecnología puede realizarse a través de varias vías, pero las dos más usadas son el licenciamiento o la creación de empresas, muchas veces denominadas spin off, que se “definen como empresas nacidas dentro de los centros de investigación y universidades, de manos de los propios investigadores, con el objetivo de transformar los resultados y conocimientos de la investigación en productos y tecnologías de alto valor añadido, y a través de cuya actividad de I+D e innovación se produce un desarrollo empresarial y un crecimiento económico que incide sobre la mejora competitiva del sector productivo en su conjunto”.
Nuestro país requiere de empresas que puedan generar nuevos procesos y servicios, de modos de desarrollar productos con mejor tecnología que nos permitan competir en el contexto mundial, no solo nacional. Es en este marco que el Gobierno Peruano, a través de Proinnovate, está financiando un proyecto de la Universidad Peruana Cayetano Heredia en el marco del programa Incubadora 2.0, denominado: “Bioincuba: Implementación de programas orientados a promover, descubrir e impulsar el desarrollo y salida al mercado de emprendimientos con triple impacto basados en ciencia y tecnología de todas las regiones del país”. Para la ejecución del mismo, contamos con las siguientes instituciones socias: Astrazeneca, Universidad de Concepción (Chile) y aceleradora Colaborativo de México. Con este proyecto queremos visibilizar las investigaciones que hay en las universidades de regiones, y apoyarlas para dar lugar a empresas. De esta manera, pondremos en valor el conocimiento regional y apoyaremos el desarrollo económico tanto de las regiones como del país.