"Es claro que Singapur tiene características imposibles de replicar". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"Es claro que Singapur tiene características imposibles de replicar". (Ilustración: Víctor Aguilar)
/ Víctor Aguilar Rúa
Janice Seinfeld

La decisión del Gobierno Peruano de decretar el estado de emergencia nacional ante la llegada del COVID-19 al país es acertada. En esta columna celebramos la celeridad con la que se ha adoptado esta medida de aislamiento social, probadamente la única manera de disminuir la tasa de propagación del virus.

Países como España e Italia optaron por ser “cautelosos” y ahora Europa es el foco de la pandemia. Por el contrario, en China –donde se originó el brote– y Corea del Sur, que actuaron rápidamente, se está desacelerando. Como informó “El País” de España, mientras el alcalde de Daegu, la ciudad surcoreana del primer foco, pidió a sus conciudadanos quedarse en casa cuando los contagiados no sumaban cincuenta, en Madrid este llamado se dio cuando superaban el millar.

Un caso especialmente interesante es el de Singapur. Esta ciudad-Estado de 5,7 millones de habitantes y con una de las mayores densidades poblacionales del mundo, pasó de ser el segundo país más afectado por este brote a registrar ayer 134 contagios y cero muertes. ¿Su receta? Rápida decisión política para identificar y aislar a las personas contagiadas, y transparencia ante la ciudadanía.

Así, confirmada la presencia del virus, el primer ministro, Lee Hsien Loong, se dirigió a la población para pedir que aquellos con síntomas leves acudieran al hospital –cuyo personal sabía lo que debía hacer y decir–. Es el único vocero oficial con mensajes consistentes que transmiten seguridad.

Desde un inicio las autoridades de salud optaron por evaluar todos los casos similares a la gripe y neumonía, y no solo aquellos sospechosos de ser el COVID-19. Usaron estas primeras infecciones para establecer un sistema avanzado de rastreo de contactos que permitiera reconstruir la cadena de transmisión de una persona a otra. Paralelamente, desarrollaron kits de detección que repartieron en todos los puntos de entrada al país. Todos los costos de las pruebas y del internamiento hospitalario para residentes son asumidos por el Gobierno.

Además, fue de los primeros países en imponer restricciones a personas con visitas recientes a China y Corea del Sur. Incluso cuando todavía la Organización Mundial de la Salud consideraba que las prohibiciones de viaje no eran necesarias. A todo pasajero que arriba al aeropuerto de Changi le realizan la prueba de hisopo COVID-19 y le piden sus datos de contacto. Cuando a las pocas horas reciben los resultados, quienes dan positivo son localizados y trasladados en ambulancia a instalaciones de cuarentena.

Para potenciales infectados, el régimen de cuarentena hospitalaria y domiciliaria incluye que las autoridades puedan llamarlos, pedirles compartir su ubicación desde su teléfono y hacer visitas sorpresa.

Muy tempranamente, también, implementaron medidas de distanciamiento social en colegios, universidades y centros para adultos mayores, e impulsaron la flexibilización del teletrabajo. Y el Ministerio de Salud brinda información en tiempo real sobre quienes dan positivo en el virus. No revela su identidad, pero sí adónde viajaron recientemente, cuándo buscaron ayuda médica, cuándo fueron hospitalizados y cuándo fueron dados de alta. Además, envía actualizaciones diarias sobre la evolución de la epidemia. Esto ayuda a reducir la paranoia y permite a expertos comprender la propagación del virus.

Es claro que Singapur tiene características imposibles de replicar. Pero confirma que ningún sistema de salud será eficiente sin información que permita tomar decisiones sobre la base de evidencia y que asegure la memoria institucional. Todos aprendimos del SARS y de la gripe H1N1; sin embargo, mientras Singapur desarrolló los protocolos que hoy usa, nosotros fuimos perdiendo el aprendizaje ante tanto cambio de autoridades y con un sistema desarticulado: Essalud, Ministerio de Salud, gobiernos regionales y entidades privadas.

En Singapur se tiene trazabilidad casi perfecta; en nuestros colegios y hospitales no tenemos jabón. De lo sublime a lo ridículo. Esto debe cambiar, pero hoy debemos atacar lo urgente: evitar que los contagios por este coronavirus aumenten.

*El artículo fue escrito junto con Daolu Cai de la Universidad Nacional de Singapur

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