De espaldas al mar. Así dicen que ha vivido Lima. No es tan cierta la frase. Hace años que Lima le echó el ojo a esa parte de su territorio, por lo menos desde principios del XIX. Lo que sí es cierto es que en algunos lugares del acantilado lo único que se ven son las espaldas de los edificios que se han adueñado del horizonte. Esto es sintomático de una forma de administrar la Costa Verde que no ha rendido sus frutos (la autoridad autónoma) y que ahora quiere ser tratada bajo la égida monolítica de la Municipalidad de Lima.
Es cierto que la Costa Verde ha sido y es un zafarrancho de decisiones individuales que no le han dado una coherencia ni al uso que se le debería dar ni al tratamiento estético que debiera tener. Cada municipalidad se ha dado cuenta de los beneficios que trae su lote de acantilado y mar, y están defendiéndola con uñas y dientes, pero a la vez tiran la pelota cuando de seguridad se trata.
Además, cada administración distrital trata de echar culpas a otras anteriores en temas como permisos y licencias. Un lío de punta a punta y un asunto en el que todos, incluida la Marina de Guerra, que tiene decisión sobre lo que se construye en la línea de marea, tienen responsabilidad al actuar en solitario.
No creo que haya necesidad de una nueva autoridad, lo que se necesita es un plan integral, consensuado, potenciar y hacer que funcione y se respete lo que se tiene: un organismo autónomo que elabore un plan maestro, pero que deje actuar a cada municipio dentro de esos parámetros.
Me explico: si se requieren puentes peatonales, definir cuántos y dónde, y dejar actuar a cada municipalidad en temas de estilo y propuesta. Buscar la unidad de criterio y la diversificación en el carácter de lo que se hace, pues cada distrito costero es distinto entre sí. Dejar un margen de acción, pero definir claramente qué se puede y qué no se puede hacer.
Una autoridad autónoma debe tener el respaldo del Gobierno Central en temas presupuestales y del Poder Judicial en temas legales. Fortalecer las prerrogativas de la misma permitirá que actúe, también, en beneficio de los mismos municipios en los temas que estos necesiten y no estar enfrentándose estérilmente.
Desde hace un tiempo estoy convencido de que mirar atrás nos permite ver con más claridad el futuro, por eso pensemos en el origen de este proyecto para entenderlo mejor. El proyecto de la Costa Verde, como tal, nace a partir de la construcción de la pista que tuvo siempre en mente unir La Punta y Chorrillos, y como una forma de brindar y hacer playas para la ciudad.
El proyecto se fundó, además, como una natural evolución histórica del proceso de “balnearización” de la costa que empezó a mediados del siglo XIX. En la vuelta a mirar estos dos conceptos (vía de comunicación y encuentro del ciudadano con el medio ambiente) está el futuro de la Costa Verde. Ah, y como siempre, también en la política. Ojalá que la Costa Verde madure alguna vez.