Uno de los pasajes más bellos de “Historia de la Guerra del Peloponeso” de Tucídides es el llamado “Debate mitileno”. La Asamblea de Atenas debe decidir si revisa o mantiene el terrible castigo decretado un día antes contra la ciudad de Mitilene por su rebelión: la muerte de todos los hombres y la venta como esclavos de mujeres y niños. Al castigar a todos y no solo a los culpables, los asambleístas buscaban mostrar a otras ciudades el costo de traicionar a Atenas durante la guerra.
Inicia el debate Cleón, descrito como “el más violento de los ciudadanos y el de mayor credibilidad en el partido popular”, defendiendo la decisión. Señala que si se retrocede Atenas pondría en riesgo su supervivencia. Enviaría el mensaje a todos sus aliados de que pueden romper la alianza sin consecuencias. Cleón usa todos los trucos sucios del populista.
Le responde Diódato, un pausado pero agudo orador que nos recuerda al Sócrates de Platón, que enfrenta el reto de Cleón en forma directa. En vez de argumentar que el castigo es injusto, resalta que no es útil. En una guerra es contraproducente no dar gradualidad a los castigos. Tanta crueldad repelerá a posibles aliados y a los adherentes de Atenas dentro de las ciudades, en concreto los grupos populares. La sanción debe ser proporcional al daño. Tras los discursos, se vota y, aunque las posiciones quedan “casi empatadas”, gana la reconsideración. Morirán los culpables, habrá sanciones duras, pero los inocentes no serán castigados.
Utilizo este diálogo al inicio de un curso introductorio de Ciencia Política para resaltar lo que está en juego en un debate político. No siempre se discute apelando a lo que nos parece más importante, sino a lo que puede ganar el corazón de quienes debemos convencer. En este caso, Diódato sabe que para revertir una injusticia debe ganar votos entre quienes consideran útil el castigo. Y lo logra.
¿A qué viene este viejo cuento griego? A que creo que se nos vienen meses difíciles en el Congreso con varios debates a la mitilena. Hay demandas de congresistas que pueden ser muy dañosas para el bienestar común. Y no me refiero solo a intereses particulares y corruptos. Me refiero también al intento de recoger demandas de la ciudadanía, de representar a sus votantes.
El peligro más próximo es el enorme forado al presupuesto que significaría la devolución de dinero de la ONP. Creo que se equivocan quienes creen que esa pelea se ganará con técnicos en los medios tratando a los congresistas como incapaces de entender que en la ONP no hay cuentas individuales y que por tanto el pedido es absurdo. Habrá algunos congresistas que no entiendan, pero si uno escucha sus argumentos me queda claro que la mayoría prefiere no entender para así poder responder a estos aportantes en forma similar a como se hizo con los de las AFP.
Seguir repitiéndoles que son brutos o irresponsables puede polarizarlos y dar los votos necesarios a la propuesta. Se trata de algo mucho más difícil y que requiere retórica y negociación en distintos niveles. En este caso, mostrar al público y a los líderes de les bancadas con aspiraciones al 2021 las consecuencias devastadoras para el presupuesto de hacer lo que piden. Los líderes partidarios que abran esta puerta recibirán un presente griego de llegar al poder. También pasa por responder de alguna forma a la preocupación de corto y mediano plazo de los aportantes. Negociación, empatía y firmeza, de alguna forma lo que ha hecho esta semana el Gabinete.
El debate mitileno se dio un par años después de que una peste diezmara Atenas, dejando a su sociedad molesta y polarizada, un campo fértil para el ascenso de personajes como el violento Cleón. Quienes hoy nos gobiernan, y quienes aspiran a hacerlo con responsabilidad, requerirán de un enjambre de virtudes para superar los retos de estos meses.