"Si todas las personas que se indignan por la foto se indignaran también por las desigualdades de género que los rodean e hicieran algo sobre ellas, bueno, creo que no viviríamos en la realidad en la que vivimos" (Ilustración: Giovanni Tazza).
"Si todas las personas que se indignan por la foto se indignaran también por las desigualdades de género que los rodean e hicieran algo sobre ellas, bueno, creo que no viviríamos en la realidad en la que vivimos" (Ilustración: Giovanni Tazza).
Daniela Meneses

Muchos críticos del Gobierno de están usando entre sus argumentos, y con razón, temas como la casi total ausencia de en el Gabinete. Sin embargo, me queda el sinsabor de sentir que, en muchos casos, este abanderamiento a la igualdad de género sea, para decirlo de forma precisa, ‘de la boca para afuera’. Me pregunto, por ejemplo, qué están haciendo estos críticos en su día a día para atacar las barreras que obstaculizan el desempeño de las mujeres en las empresas, las organizaciones políticas, las universidades, los colegios e incluso en las discusiones entre amigos o familiares. A lo que voy aquí es que me parece muy fácil criticar lo que pasa en la foto oficial, pero si todas las personas que se indignan por la foto se indignaran también por las que los rodean e hicieran algo sobre ellas, bueno, creo que no viviríamos en la realidad en la que vivimos.

He estado pensando qué podríamos estar haciendo todos los que solemos sumarnos a las críticas por la desigualdad de género de la mano de un libro que acaba de ser publicado: “The Authority Gap” (“La Brecha de Autoridad”). La autora es Mary Ann Sieghart, una periodista inglesa de larga trayectoria. Para el libro, además de revisar cientos de investigaciones, Sieghart entrevistó a 50 mujeres extremadamente poderosas, entre ellas, CEO de empresas globales, reconocidas escritoras y exprimeras ministras.

El argumento principal del libro es bastante directo: “Las investigaciones muestran que todavía esperamos que las mujeres sean menos expertas que los hombres. La mayoría de nosotros, hombres y mujeres, estamos menos dispuestos a ser influenciados por las ideas de las mujeres. Y todavía nos resistimos a la idea de que las mujeres tengan autoridad sobre nosotros. En otras palabras, todavía hay una brecha de autoridad entre las mujeres y los hombres”.

El libro explora los orígenes de esta brecha y sus consecuencias en diversas industrias y áreas. En lo que corresponde al mundo laboral, provee, entre otras cosas, ejemplos de estudios que encuentran que una misma aplicación a un trabajo recibe mejor nota si va con una identidad masculina.

La autora habla también sobre cómo esta brecha de autoridad aparece cuando vemos a quiénes consideramos expertos en medios y redes sociales. Asegura que “es más probable que sigamos y retuitemos a hombres que a mujeres”. Aquí cita también a diversos estudios, entre ellos uno que buscó la presencia de expertas en la cobertura de la elección presidencial de los Estados Unidos en el 2012, y encontró que el 81% de las personas citadas para discutir sobre el aborto fueron hombres, mientras que el 75% lo fueron para el caso de las discusiones sobre anticonceptivos.

Quizás algunas de las partes más duras de leer sean las que se refieren a los niños: “Tan temprano como a los cinco años, los estudios muestran que los niños creen que las no son tan buenas en matemáticas como los niños (aunque lo son). Y cuando se les pide que escojan compañeros de equipo para un juego para ‘niños muy inteligentes’, niños de ambos géneros tienen mayores probabilidades de escoger a hombres que a mujeres. Pero a esa edad, las niñas están más adelantadas que los niños en términos académicos”.

Lamentablemente, por ahora el libro solo está disponible en inglés, pero si pueden acceder a él, realmente lo recomiendo. El último capítulo, además, tiene una serie de estrategias concretas. Algunas particularmente interesantes me han parecido, por ejemplo, la de repetir las buenas ideas que tengan las otras mujeres en las reuniones, para darles más atención y crédito. O considerar que las organizaciones tengan mentoras mujeres que ayuden a hombres mayores a darse cuenta de si interrumpen mucho en reuniones, entre otras cosas. O pensar si creemos que nuestro hijo es más inteligente que nuestra hija, e interrogarnos sobre esta idea. Y también pensar si es que los cumplidos que solemos usar para hombres y para mujeres son distintos (y estereotipados).

Para terminar, solo agregaría que, aunque el libro se trata fundamentalmente de temas de género, expresamente reconoce que la brecha de autoridad también podría pensarse desde el racismo o el clasismo, entre otros ejes. De hecho, si llegan a leer el libro, creo que es bastante productivo hacerlo y aplicar las estrategias con esto en mente.

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