El rey Felipe VI de España merece un aplauso: a pesar de su idea desatinada de hacer una visita oficial a Cuba, dio un discurso valiente en La Habana en el que pidió democracia y libertades fundamentales ante el propio dictador de la isla, Miguel Díaz-Canel.
En la cena oficial del 14 de noviembre antes de finalizar su visita, el rey habló sobre el futuro de Cuba y dijo que “nada queda congelado en el tiempo”. Agregó que los ciudadanos deberían tener los derechos universales básicos, “entre ellos, la capacidad de expresar libremente sus ideas, la libertad de asociación o de reunión”.
Es cierto que su discurso completo no fue transmitido en Cuba, ni impreso por la prensa cubana. Los medios oficiales de Cuba, los únicos permitidos en la isla, solo publicaron extractos en que el rey hablaba positivamente de Cuba, omitiendo sus palabras sobre la democracia y los derechos humanos. El discurso fue publicado en el sitio web de la Casa Real de España.
Y también es cierto que el discurso del rey incluyó suficientes referencias al “derecho de Cuba a decidir su propio futuro” para permitir que Díaz-Canel lo aplaudiera, y pretendiera que en general fue una muestra de apoyo al régimen cubano.
Asimismo, la elección del rey de hacer con su esposa su primer viaje oficial al extranjero a Cuba puede ser criticada por haber otorgado oxígeno a una de las dictaduras más antiguas y decrépitas del mundo. Cuba no ha permitido elecciones libres, ni partidos políticos, ni medios independientes, en seis décadas.
Los disidentes en la isla habían criticado la visita porque la agenda del rey no contenía ninguna reunión con activistas de derechos humanos, y porque se produjo en medio de una ola represiva contra opositores, incluyendo el arresto sin cargos del conocido activista de derechos humanos José Daniel Ferrer.
En tiempos normales, yo no hubiera aplaudido la visita del rey a Cuba, incluso después de su discurso. Probablemente lo habría criticado por no haberse reunido con opositores del régimen.
Pero no estamos viviendo en tiempos normales. Después de la victoria electoral del presidente Trump en el 2016, ha habido un abandono de Estados Unidos y otras democracias occidentales de la defensa colectiva de la democracia y los derechos humanos.
Trump prácticamente ha desmantelado el tradicional apoyo bipartidista de Estados Unidos, desde la Segunda Guerra Mundial, a la democracia en el mundo. Esa política había sido muchas veces inconsistente, pero era el pilar de las relaciones exteriores de Washington.
Sin embargo, Trump ahora defiende abiertamente a algunos de los peores dictadores del mundo. El mismo día que el rey español pronunciaba su discurso pro democrático en La Habana, Trump dio una bienvenida entusiasta en la Casa Blanca al gobernante autoritario de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.
“Soy un gran admirador del presidente”, dijo Trump a los periodistas con Erdogan a su lado. Mirando al hombre fuerte turco, agregó: “Estás haciendo un trabajo fantástico para la gente de Turquía”.
Trump no dijo nada sobre las violaciones de los derechos humanos ni el autoritarismo de Erdogan. De la misma manera, Trump suele hacer malabarismos verbales para ni criticar la falta de democracia o los abusos en Rusia, China, Corea del Norte y otros estados totalitarios.
Otro presidente que le ha dado la espalda a la defensa de la democracia y los derechos humanos es el mexicano Andrés Manuel López Obrador. La semana pasada, su gobierno dio la bienvenida de héroe al exgobernante inconstitucional de Bolivia Evo Morales.
Morales acababa de hacer un fraude en las elecciones del 20 de octubre, según constataron dos equipos separados de observación y auditoría de la Organización de Estados Americanos que el propio Morales había invitado a su país. Antes, Morales había violado el orden democrático al permanecer en el poder más allá de los dos mandatos consecutivos que le permitía la Constitución.
En este contexto mundial, en que Trump, López Obrador y otros presidentes populistas están dando marcha atrás en la defensa de la democracia y los derechos humanos, las palabras del rey Felipe VI frente al aprendiz de dictador cubano fueron un soplo de aire fresco. Mis respetos por el rey de España. ¡Necesitamos más discursos como ese en el mundo!
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