El castellano es rico en voces para aludir a la idea del descaro. Las hay desde las más sofisticadas, como ‘desfachatez’ o ‘tupé’, hasta las más coloquiales, como ‘jeta’, ‘morro’ u otras expresiones ya más gruesas. Escoja usted la que quiera, pero una de ellas indefectiblemente ha de servirnos para calificar lo que ocurrió ayer en el local de la Presidencia del Consejo de Ministros.
Según el registro de visitas, un grupo de 16 mujeres representantes de diversas instituciones ingresó en horas de la mañana a la Sala Pérez de Cuéllar para participar en una “condecoración al premier por su absoluto compromiso de trabajar para todas/todos los peruanos”. La prensa lamentablemente –y de acuerdo con una práctica que ya se hizo costumbre en el gobierno– no pudo entrar a la ceremonia para reportar sus detalles. Pero poco después, se divulgó la fotografía del “certificado de reconocimiento” que el Foro de Mujeres del Mercosur efectivamente le extendió al ministro Guido Bellido.
Llama la atención, desde luego, que se quiera condecorar a alguien por un presunto trabajo que, en el mejor de los casos, recién empieza. Pero lo que realmente parece un atentado contra la razón es que el objeto de semejante homenaje sea precisamente el actual jefe del Gabinete, que, con un conocido ‘mix’ de expresiones proterroristas, homofóbicas y misóginas, ha hecho carrera de penoso epigramista dentro y fuera de las redes.
–Corso de Wong–
Como se sabe, amén de sus loas a Edith Lagos y sus diatribas a quienes él llama “peluqueros”, Bellido tiene en su haber frases en las que ha visitado varios tópicos del agravio al género femenino. “Si no puedes manejar [a] una mujer, cómo diablos piensas administrar una empresa” y “Esa chica está mojadita, ayayay” (en referencia a una señorita que posó junto a él en una fotografía tomada en el circuito mágico del agua) se cuentan entre las más populares, pero el verdadero ‘hit’ es otro. Ninguna de esas sentencias, en efecto, es tan brutal como aquella que la parlamentaria Patricia Chirinos afirma que el hoy premier le soltó cuando se estaban distribuyendo las oficinas en el Congreso.
“Ahora solo falta que te violen” fue lo que, de acuerdo con la denuncia de la mencionada legisladora, Bellido le espetó cuando ella, en respuesta a una provocación previa, le hizo saber que a lo largo de su vida había pasado por la soltería, el matrimonio y el divorcio, y que ahora estaba viuda. Hubo testigos del intercambio, por supuesto, pero uno estaba distraído –Jaime Quito, de Perú Libre–, el otro –José Jerí, de Somos Perú– no recuerda exactamente las palabras que pronunció el actual presidente del Consejo de Ministros, y el tercero –Enrique Wong, de Podemos Perú– dice que, como el asunto será evaluado por la Comisión de Ética del Congreso, él no puede “adelantar una opinión porque estaría afectando el debido proceso”. Una evasiva particularmente patética, pues aclarar si algo sucedió o no es dar un testimonio, no una opinión. Pero, lamentablemente, desfilar ante a los que sujetan las riendas del poder haciéndoles notar que se tiene una ficha de negociación valiosa es un viejo hábito de la política astrosa.
En su presentación ante el Parlamento a fin de pedir el voto de confianza para su Gabinete y al hablar sobre el respeto a los derechos de la mujer, Bellido dijo: “Sirva este espacio para reconocer y extender mis disculpas por algún comentario que haya hecho en ese sentido”. Una frase que dio la impresión de ser una admisión del exabrupto. Luego, sin embargo, cuando la legisladora Chirinos formalizó su denuncia, el ministro procedió a negarlo todo y a postular la tesis de que la víctima era más bien él. Y a partir de ese momento, se dedicó a ensayar maniobras, bastante burdas en honor a la verdad, para tratar de contrarrestar la imagen de maltratador verbal de damas que sus hazañas le estaban granjeando en los medios.
Una de ellas, por ejemplo, fue reunirse con las representantes de la asociación Mujeres Empoderadas, del Callao, en un evento que devino bailable, sin que se especificara si lo que se bailó fue ‘pogo’. De cualquier forma, es en esa misma línea de formulación tácita del argumento “cómo voy a ser yo un misógino si las mujeres me homenajean” que debemos entender la condecoración de ayer.
–Perdón, Adolfito–
Como curándose en salud ante el inevitable señalamiento de lo obvio –que todo tiene el aspecto de ser una puesta en escena para persuadir a los incautos–, una de las festejantes de la repentina militancia feminista del premier, la ex gobernadora de Carabayllo Carmela Chumbiray, se apresuró a declarar a la salida de la ceremonia: “Nosotras hemos convocado a este evento”.
Pero la pretendida medicina resultó un placebo: nadie estuvo dispuesto a creerse el cuento de la señora, por la sencilla razón de que presentar a Bellido como el héroe de las mujeres (con el perdón de Bioy Casares) es tan descabellado como postularlo a un cargo directivo en una hipotética asociación de víctimas del terrorismo. Es, en realidad, la peor de las coartadas contra su historial de misoginia que alguien hubiera podido imaginar. O también, una impúdica exhibición de aquello que usted puede definir mejor que nosotros eligiendo una de las voces que mencionamos al principio.
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