Las cifras del producto bruto interno de setiembre, publicadas por el INEI la semana pasada, son decepcionantes. Por tercer mes consecutivo, el crecimiento económico con respecto al mismo mes del año anterior ha estado alrededor de 1,7%, que es la mitad o menos de las tasas observadas en el primer y segundo trimestres del año (3,8% y 3,3%, respectivamente). Poca duda cabe de que estamos en medio de una desaceleración.
Una desaceleración que se va extendiendo por todos los sectores de la economía. Salvo la construcción y la producción de electricidad y agua, ninguno ha crecido más en el tercer trimestre que en los dos primeros. Podríamos contar también en el grupo de los que todavía crecen a la pesca y la manufactura primaria –que es fundamentalmente la producción de harina de pescado–, pero ambas venían de caídas profundas en la primera mitad del año. El crecimiento de la agricultura y los servicios se ha desacelerado en más de dos puntos porcentuales. La minería, el comercio y la manufactura no primaria ya no están creciendo, sino todo lo contrario. La producción de hidrocarburos se ha ido, como quien dice, al pozo.
La inversión privada había desafiado hasta ahora las sombrías predicciones de los economistas, que hablan de una caída de 2% o más el próximo año. Durante todo el primer año de este gobierno no había dejado de crecer y había inclusive marcado nuevos récords. Ya no en el tercer trimestre. Comparada con el tercer trimestre del 2021, ha decrecido casi 1%. Las importaciones de maquinaria y equipo, sin embargo, han vuelto a crecer después de dos trimestres de caída; no mucho, pero han vuelto a crecer.
La otra pieza que parece no encajar en este rompecabezas es el empleo. Los últimos reportes del INEI muestran que la población ocupada ha aumentado un 7% u 8% en el último año. La disparidad entre estas cifras y las del crecimiento del PBI hace pensar que los nuevos empleos son empleos de baja productividad en actividades no muy tecnificadas. En Lima Metropolitana, por lo menos, casi todos son empleos en el sector servicios; muy pocos en la industria. Pero la composición del empleo por sectores es similar a lo que era antes de la pandemia. Habiéndose recompuesto la fuerza laboral, no parece que el empleo pueda seguir creciendo mucho más rápido que el PBI. Dicho de otra manera, es posible que en los próximos meses el crecimiento del empleo también se desacelere.
¿Podrá la economía peruana sacar fuerzas de flaqueza y recuperar las tasas de crecimiento de 3% a 4% de hace solo unos meses? Ningún plan de impulso va a impulsarla mientras se mantengan la retórica contra la economía de mercado y las amenazas al estado de derecho que provienen del Gobierno. Y cuando estas cesen, si es que cesan, el plan de impulso será innecesario. La estabilidad económica y la seguridad jurídica son suficientes para que brote el espíritu empresarial, aun entre la gente que no sospecharía tenerlo, para encontrar nuevas necesidades que satisfacer y nuevas maneras de satisfacer las viejas necesidades. En eso, nada más, consiste el crecimiento.