"Etiopía es un país de más de 110 millones de habitantes que conforman unos 80 grupos étnicos". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"Etiopía es un país de más de 110 millones de habitantes que conforman unos 80 grupos étnicos". (Ilustración: Víctor Aguilar)
Marco Kamiya

Con tantas historias en Etiopía, país del este de África, la mitología se mezcla con la realidad. Uno de los relatos más pintorescos es el del arca de la alianza que, según la Biblia, contiene las tablas con los diez mandamientos destruidas por Moisés después de haberlos recibido de Dios.

La iglesia de Santa María de Sión, en la ciudad de Axum, reclama ser el custodio del arca, que fue traída desde Israel por Menelik I, hijo del rey Salomón de Israel y de la reina de Saba, una nación a lo largo del Mar Rojo que alguna vez comprendió Eritrea, Etiopía, Somalia y Yemen. Axum es un lugar sagrado de la iglesia cristiana ortodoxa donde se coronaba a los monarcas etíopes hasta la caída en 1974 de Haile Selassie, su último emperador. Solo un monje guardián, que debe permanecer confinado de por vida en la basílica de las tablas, puede ver el arca. Y antes de morir, se debe elegir a su sucesor.

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En este país, el día tiene un ciclo de 12 horas que comienza a las 6 y termina a las 18 horas. Por eso, un extranjero debe aclarar si es la hora etíope o la occidental. Los relojes de Apple tienen ambas opciones. El calendario es también diferente porque tiene siete años menos que el gregoriano, usado en occidente. Así, este milenio comenzó el 11 de setiembre del 2007, por lo que todo visitante es siete años más joven. Esta es también la región donde se descubrieron los restos más antiguos de un homínido antecesor del hombre: ‘Lucy’, cuyo esqueleto de 3,2 millones de años se exhibe en el museo nacional de Etiopía. La arquitectura histórica es maravillosa. Los nombres parecen pertenecer a los cuentos de Jorge Luis Borges: las ruinas del templo de Yeha en Tigray, la ciudad amurallada de Harar, las iglesias excavadas en roca de Lalibela o el castillo Fasilides en Gondar.

Etiopía es un país de más de 110 millones de habitantes que conforman unos 80 grupos étnicos, con los Oromo –los más numerosos–, seguidos de los Amhara, que tradicionalmente han tenido el poder por ser la mayoría en Adís Abeba, la capital del país. El primer ministro de Etiopía Abiy Ahmed Ali, que es el primer oromo en ocupar el cargo, recibió el premio Nobel de la Paz en el 2019 por haber concluido el conflicto territorial de 20 años con Eritrea, un país con el que comparten una larga historia: ambos vienen del reino de Aksum, entre los siglos 100 y 200 de nuestra era, y ambos fueron brevemente colonizados por Italia. Pero la política es siempre compleja, y a fines de junio el delicado equilibrio entre etnias se hizo patente cuando ocurrieron desórdenes a lo largo del país por el deceso de un popular cantante oromo, que provocó la postergación de las elecciones programadas para agosto hasta una fecha aún no precisada.

La economía de Etiopía es materia de estudio en la última década, habiendo crecido casi un 10% anual y siendo el tercer país con el crecimiento más acelerado del mundo en los últimos años (después de Myanmar y China). El país ha reducido sus tasas de pobreza y la expectativa de vida ha aumentado de 52 años en el 2000 a 66 años en el 2017. Mucho de este llamado ‘milagro’ tiene que ver con China, que ha provisto inversión directa, expandido el comercio y facilitado masivos préstamos para grandes obras de infraestructura. Etiopía ha logrado atraer industrias chinas. Por ejemplo, en la zona económica de Dukem, a 35 kilómetros de Adís Abeba, se produce calzado y ropa para empresas contratistas chinas de marcas internacionales, convirtiéndose en una importante base manufacturera en África. China también ha financiado un ferrocarril a través de su iniciativa económica global “una franja, una ruta” (‘belt and road’) con el fin de facilitar la salida de productos etíopes hacia el puerto marítimo.

Hay incertidumbre sobre lo que puede ocurrir desde ahora con el COVID-19. China va a tener que reducir sus inversiones, y el comercio regional y mundial se va a contraer; el Fondo Monetario Internacional pronostica que este año Etiopía crecerá solo un 1,9%, y hay que recordar que el país es aún pobre con muchas demandas por parte de ciudades y grupos étnicos. Etiopía está en un momento importante de su historia en el que la lucha contra la pandemia es esencial, pero –como muchas naciones del mundo en desarrollo– debe llevarla a cabo manteniendo el crecimiento. Una alianza social es esencial.

*Los comentarios del autor no comprometen a la institución a la que pertenece.

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