(Ilustración: Víctor Aguilar)
(Ilustración: Víctor Aguilar)
/ Víctor Aguilar Rúa
Andrés Oppenheimer

Días atrás recibí un correo electrónico dirigido a todos los empleados del “Miami Herald” y el “Nuevo Herald” cuyo encabezado decía: “¡Nos estamos mudando!”. Quiero compartir con ustedes partes de ese mail, porque es premonitorio de lo que ocurrirá en todas partes después de la pandemia de COVID-19, y de cómo cambiarán nuestras vidas.

“Nos mudaremos de nuestras oficinas para fines del verano”, escribió allí la directora de los dos periódicos Aminda Marqués González. “He aquí por qué: la pandemia ha acelerado la capacidad de nuestra organización para trabajar de forma remota”.

Continuó diciendo que “Hemos aprendido en los últimos meses que, con los equipos y el software adecuados, nuestro plantel puede ser extremadamente productivo trabajando desde casa”. Y agregó que la compañía se mudará a un nuevo lugar “donde podamos recibir a visitantes, reunirnos y trabajar juntos en un espacio de trabajo que complementará el trabajo remoto”.

Esto está ocurriendo no solo en la industria periodística, donde muchos diarios como el “Miami Herald” y el “Nuevo Herald” están luchando por sobrevivir, sino en casi todas las demás. Google, Facebook, Twitter y muchas otras compañías ya han anunciado que parte o todos sus empleados trabajarán a distancia durante el resto del año.

Una encuesta reciente de Gallup descubrió que el trabajo remoto aumentó del 31 % en marzo al 62 % en abril en Estados Unidos. Ese porcentaje probablemente aumentó aún más desde entonces.

Cuando escribí en el 2018 mi libro “¡Sálvese quien pueda!: El futuro del trabajo en la era de la automatización”, pronostiqué que el trabajo remoto y la automatización de muchos empleos se convertirán en la norma antes de fines de esta década. Bueno, la pandemia aceleró los tiempos, y todo eso va a pasar ya mismo.

Así como la pandemia obligó a las empresas a trabajar por Zoom, el COVID-19 llevará a muchos supermercados a usar cajeros automáticos para reducir el riesgo de que sus cajeros se contagien al estar tocando paquetes y billetes todo el día.

Del mismo modo, muchas fábricas van a querer reemplazar trabajadores por robots. A diferencia de los trabajadores humanos que están sentados uno junto al otro en la línea de producción, los robots no se contagian con las pandemias. Además, los robots industriales son cada vez más baratos, trabajan tres turnos al día, no se toman vacaciones y nunca piden aumentos de sueldo.

Para muchos estadounidenses, la vida cambiará para mejor. Millones irán a la oficina una o dos veces por semana, y evitarán perderse dos horas al día en el tráfico de ida y vuelta al trabajo. Eso les dará más tiempo para pasar con sus familias o hacer otras cosas. El trabajo remoto, el aprendizaje en línea y la telemedicina también ayudarán a reducir el tráfico y reducir la contaminación ambiental.

Es cierto que muchos trabajos dejarán de existir por la automatización, pero los tecnooptimistas señalan que a lo largo de la historia la tecnología siempre ha creado más empleos de los que ha destruido.

Y es cierto que se abrirán nuevas oportunidades para algunos: millones de personas que se han acostumbrado a trabajar a distancia a raíz de la crisis del COVID-19 están entrando en plataformas como o para encontrar trabajos remotos en cualquier parte del mundo.

Pero, por el lado negativo, el mundo del trabajo pos-COVID-19 trae consigo el riesgo de que se acentúe la desigualdad entre la gente con mayor y peor educación, entre los “conectados” y los “desconectados” y entre los países ricos y pobres.

Mientras que Estados Unidos, China y Corea del Sur ya están muy avanzados en robótica y tienen conexiones de Internet de alta velocidad 5G, América Latina recién está empezando a usar esas tecnologías en gran escala.

Es muy temprano para saber si todo esto nos hará más libres y felices, o más solitarios y deprimidos. Pero dudo de que haya una vuelta atrás. Mi humilde pronóstico es que a la larga seguiremos viviendo más y mejor, tal como ocurre desde que vivíamos descalzos en las cavernas. Pero la transición al nuevo mundo laboral pos-COVID-19 será brutalmente rápida y a menudo traumática.

© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC

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