"El resultado de la elección del 6 de junio, con un margen tan corto, también pudo tener un desenlace distinto". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"El resultado de la elección del 6 de junio, con un margen tan corto, también pudo tener un desenlace distinto". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Alonso Cueto

La capacidad de observar lo que ocurre a nuestro alrededor puede resultar difícil en tiempos de crisis. Francois La Rochefoucauld decía que “ni el sol ni la muerte pueden mirarse fijamente”, una frase cuya verdad siempre me ha hecho admirar la profesión de los médicos. El duque de La Rochefoucauld, aristócrata, militar, nacido con el título de príncipe en el inicio del siglo XVII francés, consideraba la política como un juego, en el que por supuesto triunfaban los mejores jugadores, no las mejores personas. Sus “Máximas” han sobrevivido los siglos. Una de ellas es “La hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud.” Otra, “Los viejos dan buenos consejos para poder consolarse de no poder dar malos ejemplos.”

Me pregunto qué hubiera pensado el duque de la política contemporánea y en especial del papel que cumplen sus líderes. Creo que los políticos, al igual que los médicos, están obligados a mirar el sol y la muerte de frente. Aún cuando la realidad les sea desfavorable, la capacidad de sacar lecciones de ella es la principal virtud de un líder. Lo sabemos desde los tiempos de Maquiavelo. Estos días han servido para evaluar la conducta de los líderes de que, después de agotados los trámites, deberían haberse dado cuenta de que las elecciones del 6 de junio fueron transparentes y limpias. Insistir en un movimiento de impugnación, con viajes como el que hizo una delegación a Washington, es un despropósito que tuvo las consecuencias previsibles.

Hace unos años, conocí brevemente a un poeta colombiano llamado Umberto Valverde. Autor de la novela “Celia Cruz reina rumba”, Valverde estaba también afiliado al club de fútbol América de Cali como director de su revista. Fue por ese motivo que llegó a Lima acompañando al equipo en una Copa Libertadores. En una entrevista, Valverde me dijo que el fútbol tenía un efecto benéfico en las sociedades, a pesar del fanatismo que despierta. En su mejor sentido, comentó, es un deporte que nos enseña a saber perder y a saber ganar. Reconocer la derrota, tener humildad en el triunfo eran lecciones para los aficionados, me decía. En la vida de todos nosotros también hay que saber perder y hay que saber ganar.

El resultado de la elección del 6 de junio, con un margen tan corto, también pudo tener un desenlace distinto. En realidad, pudo haber ganado cualquiera. Los cambios de votos a última hora probablemente influyeron en el desenlace. Pero cada uno de los partidos tendrá que saber asimilar sus lecciones. Lo más saludable para cada uno será reconocer los aciertos y errores (sin olvidar que en un primer momento, al darse el resultado de boca de urna, las voces de fraude vinieron de las filas de PL). Lo que deberíamos estar celebrando es que, gracias a nuestras instituciones, las elecciones han sido elogiadas por los gobiernos y organismos internacionales. ¡Qué diferencia con el caos generado por los errores de los recientes comicios para la alcaldía de Nueva York!

En estas últimas semanas, el profesor ha dado señales saludables de su lectura de la realidad. Ha tendido puentes con agentes económicos y ha hecho anuncios que son esperanzadores. Solo queda esperar que siga por esa línea, con la conciencia de que solo con inversiones peruanas y extranjeras podrá recaudarse el dinero para los tan necesitados programas sociales y de infraestructura. Lo que toca ahora a la oposición es dejarlo gobernar y a todos nosotros desearle toda la suerte, sin perder la cautela. También decía La Rochefoucauld: “No hay esperanza sin temor ni temor sin esperanza”.

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