, AN, , , (bis), FEPE, , , , LP, NP, , PCO, PTE, PBG, UP, PDV, , FE, PM, PPT, PPP, FM, , PA, PP, PRIN, , SC, PM (bis), PP, PLG, P, y SP (bis). Añadan: APU, BP, CTTV, PCU, CPP, PDF, PHP, ADN, ADP, CP, ID, LEI, PTQ, NG, PUSL, VP, PC, RN, TCP, SÍ, PAP, RUNA, UCD, UP, UP (bis) y VP.

No es una broma, esa sopa de letras da cuenta de las siglas de los 35 partidos habilitados para competir en las del 2026 y de los 26 que están en proceso final de inscripción y que, dada la experiencia con los anteriores, muy probablemente también consigan su objetivo.

¿61 partidos expresan un renovado interés por servir al ? Algunos pocos sí, pero me temo que muchos solo quieren su propio vehículo para llegar a un cargo público y dedicarse a las pillerías conocidas.

La gente no es tonta. La multiplicación de la oferta electoral no ha disminuido un ápice la suspicacia hacia los políticos. Una reciente encuesta del sobre confianza en las instituciones coloca a los partidos en el último lugar, con 2,9%, de las 21 que se evalúan.

Siendo así, ¿cómo llegan a inscribirse tantos? No más de diez lo deben haber conseguido en buena lid, pero creo que en el caso de los demás se explica porque somos el país del hecha la ley, hecha la trampa.

¿De dónde vienen los recursos que financian esas inscripciones? En un país donde las criminales están más boyantes que nunca es altamente probable que , , y otras especies afines estén poniendo mucho del dinero sucio que necesitan.

Vayamos a los aspectos prácticos de esta locura colectiva.

Ya en el 2021, con “solo” 18 candidatos, hubo que dividir el debate presidencial en tres, con seis participantes cada día y con un tiempo de participación ridículo para cada uno. Ahora, con no menos de 50 y quizás hasta 61 candidatos, habría que hacerlo en cuatro o cinco días sucesivos. Recordar siquiera el nombre de la mitad de ellos sería una hazaña de proporciones.

Pero, como sabemos, no solo se elige a una plancha presidencial, sino que simultáneamente también a diputados y senadores. En ambos casos, con voto preferencial, lo que los obliga a campañas individuales. Siendo así, por ejemplo, en habría que multiplicar el más de medio centenar de partidos por las más de 30 curules en disputa, lo que arroja alrededor de 2.000 campañas individuales de los aspirantes a diputados. Y no sé cuántas más de los que busquen ser senadores.

Más allá de la abrumadora confusión que va a generar todo esto, hay que volver a preguntarse quiénes y para qué van a financiar todo este circo. Perdón, 35 circos diferentes, uno por cada circunscripción electoral.

Súmese cosas que el día de la votación dejarán de ser anecdóticas y se convertirán en problemas mayores. Así, por ejemplo, las cédulas serán tan grandes que no entrarán ni con corsé en el ánfora tradicional y estas deberán tener el tamaño de los barriles. ¿Cuánto demorará una votación tan complicada? Peor aún un conteo en el que, teóricamente, puede haber más de 50 personeros por mesa.

Los que eliminaron los filtros para sacar de competencia a los cascarones vacíos, meses antes de que las elecciones se produzcan, han metido al país en un lío monumental. Uno del que, me temo, no tienen idea de cómo salir; claro, en el supuesto de que quisieran hacerlo.

¿Se puede aún impedir que se rife de esa manera el futuro del país?

En teoría, sí. Un acuerdo nacional de emergencia y por la sensatez entre todos los actores políticos podría evitarlo. En la práctica, sabemos que ello no va a ocurrir.

Sí, Chaparrón, todos lo estamos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Carlos Basombrío Iglesias es Analista político y experto en temas de seguridad