¿Qué tienen en común Juscelino Kubitschek, el barón Haussmann, Robert Moses y Lee Kwan Yew? Que todos ellos fueron líderes que recrearon y potenciaron sus ciudades. Admirados o temidos, emulados o remotos, y sobre todo controvertidos –como todos los personajes poderosos e influyentes–, tuvieron en mente un plan grandioso y lo llevaron adelante.
Kubitschek fue presidente de Brasil entre 1956 y 1961. Creó Brasilia, la nueva capital del país, diseñada por Lúcio Costa, Óscar Niemeyer y Joaquim Cardozo. Se construyó en solo 41 meses y fue inaugurada oficialmente en 1960. Haussmann, por su parte, llevó adelante la ambiciosa renovación de París, a pedido de Napoleón III, que comenzó en 1852, modernizando la capital francesa con calles anchas y circulares. Moses, que fue un alto funcionario de la zona metropolitana de Nueva York entre los años 1930 y 1960, dominó el diseño de la ciudad estadounidense con inversiones gigantescas en infraestructura. Finalmente, Lee Kwan Yew, fundador de la ciudad-estado de Singapur, primer ministro y ministro mentor, dirigió desde 1954 y durante casi tres décadas al país que hoy resalta como modelo de desarrollo urbano y que lidera los ránkings mundiales de competitividad y educación.
Todos estos personajes vienen a la mente al pensar en Toronto, la ciudad más poblada de Canadá, capital de la provincia de Ontario, que albergó un evento de ONU-Hábitat con funcionarios públicos, representantes del sector privado y personalidades de la academia, con la finalidad de diseñar una plataforma global de economía urbana. Canadá, que acaba de reelegir a Justin Trudeau como primer ministro, no está exenta de los debates sobre nacionalismo, equidad, pobreza, inmigración y globalización –temas que van a estar sobre el tapete político en los próximos años–, pero es un país con gran energía en movimiento.
Esta ciudad atrajo a Jane Jacobs, famosa urbanista, que después de muchos años en Nueva York se trasladó a Toronto en 1968, donde vivió hasta su fallecimiento en el 2006. En su libro “Vida y muerte de las grandes ciudades estadounidenses” (1961), Jacobs defiende el concepto de espacio público y se opone a la infraestructura masiva que destruye el vecindario –ella misma fue arrestada varias veces por organizar protestas contra Moses, quien quiso construir una autopista sobre el Central Park de Nueva York–. Richard Florida, otro estadounidense prominente en el tema de ciudades, vive en Toronto desde hace muchos años. Florida tiene varias publicaciones importantes, entre las que sobresalen “El surgimiento de la clase creativa” (2002), donde describe que el éxito de las ciudades radica en su capacidad para atraer el talento y en la promoción de la innovación mediante contactos y conocimiento. Sin embargo, en su último libro “La nueva crisis urbana” (“The New Urban Crisis”, 2017), parece pasarse al otro campo resaltando la necesidad de que las ciudades implementen políticas contra la segregación y la pobreza.
Toronto es una metrópoli casi accidental, pues nunca pretendió volverse una gran ciudad (a diferencia de, por ejemplo, Montreal, en el estado de Quebec). Pero Pierre Trudeau (el entonces primer ministro y padre de Justin Trudeau) modificó en 1967 la Ley de Inmigración Federal, relajando las preferencias hacia inmigrantes de Europa occidental, y la complementó en 1971 con la política de multiculturalismo canadiense, que abrió las puertas a diversas nacionalidades y culturas. Así, llegaron los húngaros a fines de la década de 1950, los vietnamitas a inicios de 1970 y desde entonces, en momentos en los que sus países de origen entraron en crisis, han arribado ciudadanos de Uganda, Eritrea, Sri Lanka, Somalia, Pakistán, India, los Balcanes y del Medio Oriente, además de recibir recientemente un influjo considerable de profesionales de países asiáticos y latinoamericanos. La baja criminalidad, la expectativa de rápido ascenso social, un sistema eficiente de salud y de pensiones, y sobre todo un clima de tolerancia, han permitido absorber y aprovechar los beneficios de las sucesivas oleadas migratorias.
¿Qué elementos comparten metrópolis como Toronto, Singapur, París y Nueva York? 1) Que tienen un aeropuerto de clase mundial con conexiones y ubicación geográfica estratégica integrada con logística apropiada. 2) Que poseen universidades que brindan educación de gran calidad con redes mundiales que aproximan el talento de otras partes del mundo. 3) Que proveen servicios financieros sofisticados que actúan como imanes atrayendo corporaciones internacionales. Así las cosas, al haber concentración de talento con finanzas, emprendimientos e innovación se crea un círculo virtuoso de intercambio regional y mundial.
No podemos olvidar, sin embargo, que para contar con una metrópoli estratégica como Toronto, Singapur, París y Nueva York, también es fundamental tener instituciones públicas que sean técnicamente sólidas, inclusivas y modernas, con la suficiente flexibilidad para adaptarse a las realidades que las ciudades y los ciudadanos requieren.
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