Una de las cantaletas de los anticlericales es que cada vez hay menos creyentes. En consecuencia, ellos querrían que toda expresión religiosa fuera eliminada de la vida pública y de la cultura, para arrinconarla, a media luz y en voz baja, exclusivamente en el espacio de la vida privada. Será muy difícil, sin embargo, que se cumpla ese deseo.
Esta semana, santa para los cristianos, debe ser de espanto para los ‘anti’, pues las multitudinarias manifestaciones de fe están a la vista de todos. Miles de personas de toda edad y condición social desbordan las iglesias y participan con fervor en las liturgias de estos días especiales; liturgias hermosas, intensas y llenas de significado. Los críticos solo verán las dificultades del tránsito, vendedores que abarrotan las calles, las incomodidades que causan las multitudes.
Como cada año, este jaleo comenzó hace un par de días, el Domingo de Ramos, con miles de personas participando activamente en la conmemoración de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. Los demás días tienen, cada uno, su propio inmenso significado. Los centrales, sin embargo, son el Jueves y el Viernes Santo, reconocidos incluso por el Estado que los declara feriados.
Durante el primero, numerosas personas, en familia o en grupos de amigos, salen a las calles para vivir la tradición, típicamente latinoamericana, de visitar siete templos. Si no me cree, dese una vuelta por el Centro de Lima ese día y podrá comprobarlo. Eso sí, deberá ir armado de paciencia para poder circular por el corazón de la ciudad. Esta alberga tantas iglesias que forman parte de la historia del Perú, de su identidad, de su arte y su arquitectura, que la gente las prefiere para hacer su recorrido.
El viernes, en distintos lugares se realizan las procesiones y escenificaciones del vía crucis para recordar y acompañar el camino que Jesús siguió hasta que expiró en la cruz. Hay variedad de representaciones, desde las más espectaculares y dramáticas hasta las más sobrias. Todas recuerdan la misma historia. La religiosidad popular que nace del encuentro de los contenidos de la fe, la tradición y los anhelos vivos de los pueblos resplandece, en fondo y en forma, y se va expresando de manera diversa y creativa.
¿Afán de entretenerse? ¿Nada más qué hacer en esos días feriados? No parece. De una o de otra manera, cada una de esas expresiones, vividas con pasión en nuestra cultura, en Lima, en Ayacucho o en Huaraz, en cada rincón del Perú, nos grita que no somos una sociedad que ha olvidado a Dios; más bien somos una que lo busca e intenta seguirlo. Algunos lo hacen por caminos largos y sinuosos, otros por rutas más sencillas, pero allá va la gente. Lo hizo ayer, lo hace hoy o lo hará mañana, cuando alguna dificultad seria de la vida la distraiga y se le escape un ¡ay, Dios!
Había escrito, líneas arriba, que los días centrales de esta Semana Santa son el jueves y el viernes, pero no, no es así, estaba equivocada. Si lo fueran, no significarían nada, no hubieran marcado la historia de buena parte de la humanidad. En realidad el centro está en el domingo, el día que los cristianos celebran lo que le da sentido a todo lo anterior: la resurrección de Jesús.
Esto sí es para creyentes, uno cree o no, se trata de una experiencia personal, no de que alguien lo pueda convencer con razones más o menos, aunque algunas sin duda ayudan. En este siglo XXI, en el Perú hay un gran número de creyentes que expresan su fe con creatividad, belleza y libertad. Si quiere, puede verlo estos días.