(Foto: AP)
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Federico Salazar

Para cambiar la historia se tienen que alinear los planetas. Los planetas se alinearon para que Perú vaya al .
Cambió la dirigencia, cambió el enfoque de la gerencia deportiva, se encontró un entrenador especial para el Perú. Gareca nos conoce, es sereno y decidido.

Hubo que empezar de nuevo. Se pagó ese costo perdiendo partidos, revolviéndonos en el fondo de la tabla.

El proceso era largo. Buscar a mitad de camino un equipo era arriesgado. Y, de pronto, las cosas comenzaron a cambiar.

Vimos persistencia, tranquilidad e inteligencia frente a la adversidad, pundonor, garra. No nos volvió a ganar la desesperación.

Vinieron, además, los astros. El reclamo de Chile frente a una infracción reglamentaria de Bolivia abrió los ojos a nuestra dirigencia. Ella también ganó en su cancha.

Los triunfos, que parecían llegar tarde, se pusieron al nivel de la exigencia. Perú ya podía aspirar a clasificar.

Frente a Argentina en Buenos Aires era difícil. Se obtuvo el empate, un buen resultado, pero parecía insuficiente. Y, sin embargo, los resultados de otros partidos se acomodaron para que Perú entrara, al menos, al repechaje.

En esta historia, un pulmón que nunca dejó de funcionar fue . Dentro y fuera de la cancha.

Guerrero es una pieza clave para el gol y para llevar al equipo hacia adelante. Lo de Guerrero, no obstante, va mucho más allá. Le dio esperanza al equipo, al fútbol, y a los peruanos.

Su tenacidad, su pasión, su experiencia, sus ganas de alentar a sus compañeros y de hacer un equipo, una familia, han sido determinantes en este resurgimiento de la selección.

No me olvido de ninguno de los demás jugadores. Todos merecen un reconocimiento por lo que han logrado. Ellos no se ofenderán, sin embargo, si digo que Guerrero es un estupendo representante de este grupo de especiales.

Justamente, Guerrero ha ayudado a que cada uno se adueñe de su posición y su valor. Justamente, Guerrero ha sido parte de ese cambio. Pasamos de las estrellas a los individuos, a los individuos que se asocian y coordinan, de igual a igual.

Un repechaje frente a Nueva Zelanda, en el papel, no sería un problema mayor. No, después de haberle empatado a Argentina en la Bombonera.

No es fácil, sin embargo, cambiar la historia. La noticia de las pruebas antidopaje nos regresó a la adversidad.

Paolo Guerrero no se ha dopado. No ha usado drogas sociales, como dijeron unos periodistas irresponsables en el extranjero. No ha usado medicamentos para mejorar su rendimiento.

Es posible que en la medicación que usara para un resfrío (para jugar a pesar de todo) haya contenido sustancias contraindicadas. Corresponde dilucidar la duda en un proceso. Ese proceso implica, lamentablemente, que Guerrero no jugará el repechaje.

Es una baja en la estrategia, pero gracias a Guerrero mismo, no es una baja que nos liquide.

Guerrero siempre alentó a sus compañeros, demostró unas ganas de salir adelante a pesar de las dificultades.

Ya es imposible que Guerrero no esté. Estará en la cancha de otra manera. A través del homenaje que le harán sus compañeros, a través del equipo que ha ayudado a formar y levantar desde abajo.

La mejor demostración de su alianza con el equipo será el funcionamiento del equipo sin él.

No tengo dudas sobre la conducta de Paolo Guerrero. Tampoco las tengo sobre la posta que entrega. Nuestros seleccionados han perdido, empatado y ganado. Al margen del resultado, siempre lo han dado todo. Y por eso merecen el aplauso.

Este equipo ha demostrado que no depende de ninguna estrella. Ha demostrado que obtiene resultados con modestia, disciplina y colaboración entre los compañeros.

Estas son virtudes que ya están establecidas. Contamos con ellas gracias a, entre otros, Paolo Guerrero.

Para Guerrero será un orgullo poder dejar de jugar estos partidos con la confianza puesta en sus compañeros.

Gracias, Paolo, por llevarnos a Nueva Zelanda. Todo el equipo nos llevará a Rusia. Es lo que has sembrado. Gracias, gracias, gracias.