China solo tiene a Corea del Norte, que, además de funcionar como un perfecto comodín, es lo que está esperando EE.UU. para declararse vencedor.
China solo tiene a Corea del Norte, que, además de funcionar como un perfecto comodín, es lo que está esperando EE.UU. para declararse vencedor.
Patricia Castro Obando

Imagine una partida de póquer entre y Estados Unidos, tomando en cuenta que este último jugador ha venido a sentarse en la mesa donde se define el futuro de Asia Oriental. Después de algunas rondas, EE.UU. tiene a Taiwán, el as que necesita China para completar su baraja –sin mencionar a Corea del Sur y Japón, otras dos piezas decisivas en su juego–.

China, por su parte, solo tiene a Corea del Norte, que, además de funcionar como un perfecto comodín, es lo que está esperando EE.UU. para declararse vencedor. Por eso Beijing no suelta a Pyongyang, aunque a veces se le escape de las manos. Con esta última carta, China está demorando el juego mientas continúa armando una gran mesa paralela.

Este es apenas un caso que ejemplifica la política exterior china. Desde que Deng Xiaoping, el padre de la reforma y apertura, diseñó su famosa estrategia Tao Guang Yang Hui (TGYH) –descrita como una política de bajo perfil que priorizaba el desarrollo económico–, el gigante asiático ha crecido hasta adquirir relevancia en el nuevo escenario mundial, pese a ser visto como la “amenaza china”.

La política exterior china reaccionó alzando la bandera de la paz y formulando su estrategia de ‘ascenso pacífico’ que después viró hacia el ‘desarrollo pacífico’. Dentro de la relación con sus vecinos, a Beijing le urgía mantener un clima relativamente estable en la península coreana para potenciar su propia economía. Desde el 2003 hasta el 2009, la estrategia de China logró que pueda sentarse en una misma mesa de negociaciones con las dos Coreas, Japón, EE.UU. y Rusia.

El diálogo fracasó, pero China continuó ganando tiempo a pesar de que las provocaciones de Pyongyang con el fin de llamar la atención a sus reclamos y exigencias no cesaron. La condición de los otros vecinos es la desnuclearización de la península coreana, pero el régimen norcoreano no muestra intenciones de abandonar su programa nuclear que considera su escudo de supervivencia. Tampoco parece estar dispuesto a iniciar un proceso de reforma y apertura al estilo chino.

Con la llegada de Xi Jinping al poder hace cinco años, la política exterior china ha abandonado los fundamentos de la estrategia TGYH, asumiendo una participación más activa en el mundo global. Este nuevo rol ha quedado definido en la “gran estrategia china” que se traduce en iniciativas como el proyecto OBOR (iniciales de One Belt, One Road o Una Franja, Una Ruta) y el lanzamiento del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), que reafirman el protagonismo del dragón asiático en la agenda internacional.

Esta gran estrategia china se propone reconfigurar el orden mundial estableciendo renovados vínculos y contactos entre Asia y Europa (incluso parte de África) a través del comercio y las inversiones, que además propician el fortalecimiento de relaciones políticas y abren la puerta al diálogo multilateral. No solo se trata de cooperación regional en materia económica y comercial, sino más bien de una nueva geopolítica impulsada por Beijing.

Dentro de los planes de OBOR, China también tiene un lugar para Corea del Norte y otro para Taiwán que podrían beneficiarse directamente de los megaproyectos que involucran a la Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI. Por lo pronto, una delegación norcoreana fue invitada al foro OBOR, donde se ha previsto la participación de 29 jefes de Estado. Se espera que con estas medidas Beijing logre relajar a Pyongyang y animar a Taipéi.

Pero volvamos al juego de póquer. La administración estadounidense de Donald Trump ha admitido que la opción militar está “sobre la mesa” contra el régimen de Kim Jong-un. Si bien desde 1961 existe un Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua que obligaría a Beijing a intervenir si Pyongyang es amenazado de guerra, en el capítulo anterior del mismo documento se insta a las partes “a preservar la paz en Asia”.

Para China, el objetivo inmediato es sentar nuevamente a los jugadores a la mesa de diálogo, convenciéndolos de que dejen sus pistolas a un lado. Como arma disuasoria, Beijing aplica un viejo refrán oriental (“matar a la gallina para asustar al mono”) y también exhibe su poderío militar. Mientras apura su proyecto OBOR –una gran mesa paralela a este juego– lo último que hará China es soltar ese comodín que tiene aún en la mano.

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