Patricia del Río

ha dicho que no descarta volver a postular a la presidencia y para ir preparando el terreno ha salido en casi todos los medios de prensa con el objetivo de posicionar dos ideas fuerza: que ella tiene derecho a postular como cualquier ciudadano y que nadie debería preocuparse mucho, porque hasta un le gana la partida. Sobre lo primero no hay mucho qué decir. Mientras los múltiples casos judiciales que enfrenta no concluyan en sentencias firmes, la señora Fujimori puede presentarse como candidata a un cargo público. De eso se trata la democracia. Con el fino argumento de que un panetón Tottus le va a ganar y no hay de qué preocuparse, me permito discrepar humildemente.

Keiko Fujimori ostenta un récord por ser la primera candidata en haber llegado tres veces a la segunda vuelta en las últimas presidenciales y también por haberlas perdido. Sin embargo, en lugar de ser recordada como la candidata que casi lo logra, el título que mejor la define es el de Miss Despechada. No importa quién haya sido su contrincante ni por cuántos votos le haya ganado, la señora Fujimori se calza siempre la corona, la banda y el cetro de mala perdedora y arma un escándalo en el que le da lo mismo si se lleva de encuentro honras, instituciones, a su propia familia o la calma de todo un país.

Si bien en el 2011 perdió con cierta hidalguía ante un Ollanta Humala que tuvo que competir con toda la prensa y la élite económica en contra de su candidatura, la película de terror arrancó en el 2016, cuando perdió ante PPK. Una cariacontecida Keiko se declaró oposición y decidió usar la fuerza bruta que le daba su mayoría parlamentaria para aplastar a su enemigo. Censuró ministros, delató a su hermano Kenji, orilló a PPK hacia la renuncia y no la detuvo ni siquiera el hecho de que esos cuestionamientos revirtieran el indulto otorgado a su padre, tal como sucedió. De todos los capítulos de rabietas y pataletas, sin embargo, el peor sigue siendo la invención del fraude del 2021. En la segunda vuelta de dicho año, Keiko consiguió 6 millones 861 mil 355 votos más que en la primera. Logró captar más votantes que no la habían elegido como primera opción de los que logró captar Castillo y no solo conservó el primer puesto en las regiones que ya había conquistado, sino que sumó dos más, La Libertad y el Callao. Con todo, no le alcanzó y en lugar de valorar que millones de peruanos votaran por ella, incluso tragándose sus principios, desconoció los resultados y sumió al país en una guerra clasista y de mentiras que ya nadie puede detener.

¿Es inofensivo que a Keiko Fujimori la derrote un panetón? Por supuesto que no. Lo que asusta es que probablemente la vamos a ver perder una vez más y, ya sea que se quede por un voto, mil o un millón, esa democracia que enarbola para que se reconozca su derecho a postular se irá al traste y castigará al país que se atrevió a darle la espalda.

El Perú mantuvo cierta calma democrática (lejísimos de ser perfecta) hasta que la señora Keiko Fujimori empezó a acumular derrotas. Del 2010 al 2016 tuvimos tres presidentes, del 2016 al 2023 hemos tenido siete. No se necesita ser un visionario para pronosticar que, ahora que necesita una victoria que la blinde de las garras de la justicia, la veremos pisotear al pobre panetón que le gane la contienda y nos hará pagar todos el precio de su rabieta.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Patricia del Río es periodista

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