"Para muchos, esta nueva elección es indeseable. Puede serlo, pero también es inexorable".
"Para muchos, esta nueva elección es indeseable. Puede serlo, pero también es inexorable".
Federico Salazar

ganó la primera vuelta con el voto del 11 por ciento de los electores hábiles. Fue el 19,1 por ciento de los votos válidos.

, por su lado, pasó a la segunda vuelta con el aval del 7,7 por ciento. Es el 13,3 por ciento de los votos válidos.

Menos del 20 por ciento de los electores dispuso la final.

Hubo un ausentismo de casi 30 por ciento. Más de 2 millones de personas votaron en blanco. Tuvimos uno de los números más altos de candidatos de nuestra historia reciente.

Este cóctel nos colocó en esta segunda vuelta. Menos del 20 por ciento le dice a más del 80 por ciento entre quiénes resolver la elección.

Los números irán cambiando. Los candidatos suelen sumar nuevas simpatías y antipatías después del primer lance.

Para muchos, esta nueva elección es indeseable. Puede serlo, pero también es inexorable. Y es inevitable para todos, sin excepción.

Los que deciden no ir a votar también eligen. Son parte del resultado. Y el resultado, cualquiera que sea, los va a afectar por igual.

La ha jugado su papel. Desde el 2001, la participación nunca había sido menor al 80 por ciento. Este año, la participación fue de 70,21 por ciento, según la última publicación de la ONPE.

Los candidatos apelarán ahora al voto de los grupos políticos rezagados. Hoy hay casi nula capacidad de “endose”, así es que el diálogo no será tanto con los líderes, sino directamente con los electores.

La diferencia entre el ausentismo de este año y el ausentismo “histórico” es de 10 puntos porcentuales. De ese bolsón podrían salir algunos cuantos puntos, que podrían hacer la diferencia para una u otra opción.

Los candidatos deben hacer una nueva oferta electoral. Deben hablarle al 80 por ciento que no votó por ellos.

En esta situación, los presidenciables no deberían postular sus programas máximos. Deben ensayar formas de aproximación al electorado recompuesto. Sin desfigurar su identidad ideológica o partidaria, deben reconocer que esta es una parte del mandato electoral.

Las primeras apariciones de los candidatos, después de la primera vuelta, se han orientado más a la imagen que a las ideas. Se entiende, pero se exige, ahora, planteamientos e ideas.

Lo primero que debe ofrecerse es el programa de acciones contra la pandemia. Los electores tenemos que saber qué estrategia vamos a elegir al respecto.

Ambos candidatos han criticado el encierro de las cuarentenas.

“Debemos dejar de lado las cuarentenas”, ha dicho, tajantemente, Pedro Castillo, de . Su estrategia se basa en que “el Estado debe proveer las vacunas para que podamos salir adelante” (El Comercio, 13.4.21)

Keiko Fujimori también descarta el confinamiento. Quiere remplazar esa estrategia por una de detección temprana y rastreo de contactos.

Estas ideas tendrán que reelaborarse. Las dependen más de los laboratorios que de los gobiernos. Los rastreos, en un contexto de 1,6 millones de casos totales de contagio y más de 20 mil casos activos, no parecerían efectivos.

Los candidatos tienen que actualizarse y hacer planteamientos específicos.

Ya no es momento de retórica, sino de ideas. De lo contrario, nos harán elegir no el mal menor, sino el “menor peor”, si el español lo permitiera.

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