Iván Alonso

“¡Saquen a estos locos de aquí!”, bramó Jorge Alessandri, un empresario mercantilista que tentaba por segunda vez la presidencia de , cuando le presentaron un programa de reformas económicas de libre mercado. Alessandri fue derrotado por Salvador Allende, que ya había perdido tres elecciones consecutivas. El gobierno de Allende fue abusivo y desastroso (como el de Velasco, pero más). Terminó, como sabemos, con un sangriento golpe militar encabezado por el general Pinochet. Al principio, Pinochet no daba pie con bola. Los militares también eran estatistas. Un año y medio después mandó llamar a esos mismos economistas. Así comenzó la era del neoliberalismo.

La historia la cuenta magníficamente bien nuestro exprofesor y amigo Sebastián Edwards en su nuevo libro “The Chile Project” (Princeton University Press, 2023). Los economistas bautizados como ‘Chicago Boys’, por la universidad donde muchos de ellos habían hecho sus posgrados, tenían un plan detallado de reformas conocido como “El Ladrillo”. Las reformas, sostenidas a lo largo de treinta y tantos años por la dictadura y los gobiernos democráticos que siguieron, convirtieron a Chile en el país más avanzado de América Latina.

“El Ladrillo” proponía acabar con los controles de precios y privatizar no solamente las empresas confiscadas por Allende, sino también las empresas “estratégicas” creadas por gobiernos anteriores. Pero en otros aspectos no era tan radical como se cree. Proponía reducir los aranceles, pero solo al 30%. Proponía también mantener los programas sociales, aunque focalizados en los pobres.

En los seis años siguientes la economía creció rápidamente y la pobreza extrema se redujo del 21% al 14% de la población. Pero en 1982 una crisis de la balanza de pagos, debido a la fijación del tipo de cambio –no precisamente una enseñanza de la escuela de Chicago–, borró todo ese crecimiento. Pinochet se desencantó de los ‘Chicago Boys’ y los reemplazó con un “estructuralista”, con quien le fue peor. Llamó entonces de nuevo a los ‘Chicago Boys’, cuya influencia fue creciendo a medida que la economía alzaba vuelo otra vez. Fue en esos años que se creó el sistema privado de pensiones, la reforma quizá más emblemática de todas.

Los sucesivos gobiernos de la Concertación mantuvieron y hasta profundizaron el modelo económico, a pesar de haberlo criticado duramente desde la oposición. Fueron esos gobiernos los que liberalizaron el tipo de cambio, acabaron con el control de capitales y redujeron los aranceles a su mínima expresión; los que privatizaron las compañías de agua y desagüe; los que concesionaron la construcción de carreteras y hospitales; los que instituyeron una regla fiscal para limitar el déficit. La mayor parte de la era neoliberal se vivió en democracia. La mayor parte de sus frutos económicos se cosechó también en democracia.

Nada de eso pudo evitar que en octubre del 2019 estallaran las protestas que conocemos. La paradoja se explica principalmente por la batalla de las ideas. La narrativa de la izquierda alimentó un rechazo al neoliberalismo, más por sus orígenes que por sus resultados, mientras que los ‘Chicago Boys’ abandonaban la defensa del modelo por la comodidad de los directorios. En una o dos generaciones, predice Edwards, Chile podría regresar adonde estuvo antes: a mitad de la tabla de las economías latinoamericanas.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Iván Alonso es economista

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