A las viejas normas de redacción y edición de El Comercio, las escritas y las no escritas, las actualizadas y por actualizar, Fritz Du Bois añadió, con absoluta modestia e inteligencia, lo que podemos llamar, con toda justicia, un libro de estilo ejecutivo, que corría, como hilo de fuego, de la mañana a la noche, en todo el periódico.
Es el libro de estilo ejecutivo, sin páginas ni índice, que Du Bois abría cada día en una sutil fusión de deberes de dirección y necesidades de gerencia, de profesionalismo periodístico talentoso e imaginativo y de herramientas administrativas y tecnológicas puestas al servicio de una redacción organizada e integrada en sus plataformas impresa y digital.
La búsqueda de la verdad propiamente dicha y la tenacidad investigativa que la acompaña, detrás de las más variadas fuentes del poder y de la sociedad, también contenía la impronta ejecutiva de Du Bois, que lo llevaba a trabajar incansablemente, lado a lado, con periodistas y editores, para que no se perdiera un solo detalle de todo lo que estuviera vinculado al interés público.
No era que el periódico referente del país y uno de los más importantes de América Latina pretendiera seguir siendo la mejor y más confiable vitrina de noticias, reportajes, análisis y opiniones con la ley del menor esfuerzo. Los tiempos de eficiencia y competitividad para los medios de comunicación en general y para la prensa escrita en particular tendrían que llevarlos a no dormirse en sus laureles y a asumir los retos de cambio y modernización.
Du Bois era consciente de que su paso por la dirección de El Comercio, que resultó desgraciadamente muy corto, lo colocaba precisamente frente al reto de ofrecerle al lector del periódico un producto inspirado, sin duda, en los hechos de que cada día, pero contados, descritos, analizados e interpretados con el atractivo y la calidad que luego, en un virtuoso círculo de retorno, el lector debía encargarse de corroborar.
Lo más rescatable de este libro de estilo ejecutivo de Du Bois tiene que ver con la lección de que, por perfectas que parezcan las democracias, el poder político siempre oculta algo, los autoritarismos mucho más y las dictaduras prácticamente qué cosa no ocultan.
Con su pregunta “¿Nos juntamos?”, Fritz Du Bois solía simple y amigablemente invitarnos al mejor ejercicio que recordemos de autocrítica cotidiana, de planificación informativa del día y de la semana (según aguantase la actualidad), de esfuerzo por construir enfoques noticiosos interesantes y relevantes, de presentación de páginas creativas e imaginativas y de lucha por no repetirnos ni parecer un periódico de ayer.
No le importaban que muchos se llenaran la boca hablando de la concentración de medios. Le importaba, muchos más, y con apuesta de empuje y rigor, que en El Comercio quemáramos talento, imaginación y energía por conquistar y afirmar lectorías, un valor que no se transa con el poder ni en los pasillos judiciales ni en las cortes interamericanas.
Extrañemos a Fritz Du Bois como amigo y colega, como director de El Comercio, como economista protagónico y polémico, pero sobre todo como dueño de una honestidad personal e intelectual a prueba de sus más acérrimos adversarios, que sin duda los tuvo.