“La clave para mantener honestos a los gobiernos es evitar la concentración de poderes y fortalecer las instituciones independientes” (Ilustración: Giovanni Tazza).
“La clave para mantener honestos a los gobiernos es evitar la concentración de poderes y fortalecer las instituciones independientes” (Ilustración: Giovanni Tazza).
Andrés Oppenheimer

Los alarmantes niveles de en México, Argentina y otros países latinoamericanos reflejados en el nuevo ránking de Transparencia Internacional (TI) prueban lo que muchos de nosotros sospechamos desde hace tiempo: las soluciones unipersonales para combatir la corrupción son una quimera.

De hecho, la mayoría de los mandatarios que basaron sus campañas presidenciales en promesas de erradicar la corrupción –desde Hugo Chávez en Venezuela hasta los actuales líderes populistas de México, Brasil y Argentina– no lograron reducir el problema o lo han empeorado.

Según el “Índice de Percepción de la Corrupción 2021″, recientemente publicado por Transparencia Internacional –un grupo no gubernamental que lucha contra la corrupción con base en Berlín, Alemania–, varios países latinoamericanos están entre los más corruptos del mundo.

En el ránking de TI –que va en orden ascendente desde los países menos hasta los más corruptos–, Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda son los países más honestos del mundo. Más arriba en la lista están Estados Unidos y Chile, empatados en el puesto 27; Argentina y Brasil están en el 96; el Perú, en el 105; México, en el 124; Bolivia, en el 128; Guatemala, en el 150; Honduras, en el 157; Nicaragua, en el 164; y Venezuela, en el 177.

En parte, el ránking se basa en encuestas que miden la opinión de la gente sobre los niveles de corrupción gubernamental en sus propios países.

Argentina fue el país latinoamericano que más retrocedió en el ránking del 2021, cayendo cuatro puntos respecto del año anterior. Un escándalo relacionado con ‘vacunas VIP’ para funcionarios públicos y sus amigos se sumó a la percepción pública de corrupción que rodea al gobierno del presidente Alberto Fernández.

Un ránking separado titulado “Índice de Capacidad para Combatir la Corrupción” (CCC), publicado el año pasado por Americas Society and Control Risks, concluyó que “la lucha contra la corrupción en sufrió una nueva ola de retrocesos” en el 2021.

Los países que recibieron las calificaciones más bajas por sus esfuerzos para combatir la corrupción en el ránking de la CCC fueron Venezuela, Bolivia, Guatemala, Paraguay y México.

Paradójicamente, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, afirma casi a diario que la corrupción en su país es cosa del pasado y culpa de otros gobiernos.

López Obrador es solo uno de varios populistas que hicieron campaña y ganaron presentándose como hombres providenciales que acabarían con la corrupción.

Pero como me recordó Luciana Torchiaro, especialista en América Latina de TI, la idea de que un presidente pueda luchar solo contra la corrupción es absurda.

Más que personas fuertes, América Latina necesita instituciones fuertes.

Con base en experiencias recientes, comenzando con Venezuela, donde Chávez prometió eliminar la corrupción y terminó convirtiendo al país en uno de los más corruptos del mundo, los países deberían desconfiar más que nunca de los demagogos que prometen terminar con la corrupción por el simple hecho de querer hacerlo.

En lugar de escuchar promesas vacías, los votantes deberían evaluar si los candidatos van a fortalecer los sistemas de control y las instituciones independientes, y si les darán fondos a los organismos que luchan contra la corrupción.

Las instituciones internacionales, los países ricos, el sector privado y los grupos de la sociedad civil también deberían unirse a la causa.

En suma, no es coincidencia que Dinamarca y otros países del norte de Europa que salen en estos ránkings como los más honestos del mundo sean democracias vibrantes. Y no es casualidad que casi todos los países más corruptos de América Latina, como Venezuela y Nicaragua, sean dictaduras.

La clave para mantener honestos a los gobiernos es evitar la concentración de poderes y fortalecer las instituciones independientes. Nada de esto es ninguna novedad, pero muchos siguen sin entenderlo.


–Glosado y editado–

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