El Perú es, en el mundo, el tercer país en muertes por millón debido al COVID-19. Solo nos preceden San Marino y Bélgica.
La población de San Marino es de entre las más pequeñas del mundo. Tiene entre 33 y 34 mil habitantes. Registra 42 fallecidos, que representan una cifra hipotética de 1.258 muertes por millón. Su último fallecido se registró el 23 de mayo.
Bélgica tiene una población de 11,4 millones de habitantes. Registra 9.924 fallecidos, lo que representa un total de 866 muertes por millón. Al 15 de agosto registra ocho fallecidos por la epidemia.
El Perú registra 3.935 nuevos fallecidos el 15 de agosto. El total reportado por el Minsa es de 25.856. Eso da una cuenta de 804 muertes por millón, muy lamentablemente.
El problema para nuestro país en particular es que el aumento de fallecimientos registra una velocidad y una tendencia que nos colocan en este triste primer lugar del mundo.
El diario “Financial Times” hizo un análisis de nuevas muertes debido al coronavirus. Contó el número de días de muertes por millón diarias desde que se tenía un promedio de 0,1. Al 13 de agosto, el Perú, muy lamentablemente, llevaba ventaja sobre todos los otros países analizados.
El otro país que no muestra tendencia a declinar en ese cuadro son los Estados Unidos. El Perú, sin embargo, le llevaba “ventaja”, según el análisis del diario británico.
La comparación y la estadística mundial nos debe llevar a la pregunta de por qué estamos entre los peores casos del mundo. Peores que el Reino Unido, España, Italia, Chile, Suecia, Estados Unidos, Brasil, México y Francia. Peores del mundo.
Hay muchas respuestas que todavía no podremos dar. Hay muchas causas que probablemente ni imaginamos. Hay mucho que no conocemos del virus mismo y de las formas y vías de contagio.
Algunas cosas, sin embargo, sí sabemos y deben ayudar a mejorar la situación. El objetivo debe ser reducir el número de muertes y la velocidad con la que aumentan.
Tenemos que ver lo que hicieron los países que mejoraron su situación. Debemos ver qué podemos adaptar de ellos a la realidad peruana. La realidad peruana, sin duda, nos hace distintos.
La cuarentena ciega de tres meses y medio fue un error. Sobre todo, porque en el tiempo de encierro no se hizo lo que debió hacerse.
No hay mejor control de una epidemia que a través del rastreo de los casos y de los “contactos” de los contagiados. Eso se puede hacer de manera exhaustiva al inicio de la epidemia.
Esto no se hizo. Ese error nos ha costado muy caro. Otro error, críticamente importante, ha sido la elección de las pruebas de diagnóstico llamadas “rápida” en lugar de las moleculares.
El Gobierno del Perú eligió tener 80% de pruebas rápidas frente a un 20%, aproximadamente, de pruebas moleculares. Debió ser al revés.
La ministra de Salud, Pilar Mazzetti, ha anunciado que gradualmente iremos adquiriendo más pruebas moleculares.
Es una buena noticia y es una tremenda rectificación. Ojalá sigan las rectificaciones. Las cuarentenas para decir que se hace algo cuando no se hace lo debido deben acabar.
Debemos saber, sin embargo, que los resultados de los cambios se verán recién en algunos meses.