Carmen McEvoy

En reiteradas ocasiones he señalado que el modelo que nos rige, hasta la fecha, es el patrimonialismo faccioso heredado del siglo XIX. Lo que significa que el Estado Peruano es un apetitoso botín ambicionado por oleadas de asaltantes que compiten, a muerte, por vampirizarlo. Privándolo de su función principal, atender el bienestar general de los ciudadanos de una que este año cumple doscientos años de instalada. Con todas las peculiaridades del caso, la historia se ha venido repitiendo ante el horror de millones de peruanos dolidos por semejante nivel de rapacidad, abuso e impunidad.

A pesar de que esta historia perversa dista de ser novedosa no habíamos logrado identificar, con el debido detalle, los pasos previos al asalto estatal. Acá me refiero a lo expresado en un par de audios por los flamantes herederos de una vieja tradición delictual. Porque si bien es cierto dicho material, que circula en televisión y en redes, debe ser periciado, el contenido resulta bastante familiar para los que hemos venido estudiando el tema. La conversación entre aquellos para los que el destino del Perú es lo que menos importa no hace más que corroborar que nada ha cambiado en la administración de un profesor rural, que nos prometió refundar la república.

“En este ”, refiriéndose al perulibrismo, “está demostrado que no les interesa nada”, es una frase que permite contextualizar una nueva temporada de cacería, que se percibe como corta e intensa, y en la que están en juego licitaciones millonarias, puestos públicos de alto nivel y prebendas de todo calibre. En vísperas del Bicentenario de la Independencia peruana y a pocos días de la toma de mando del presidente Pedro Castillo, un asaltante de pizzerías, que cree reunir los requisitos para liderar el Ministerio del Interior, conversa con un profesor de Biología que sería el flamante secretario general de Palacio de Gobierno, haciendo gala de un lenguaje hamponesco. En la definición de sus objetivos frente al adversario “mercenario”, quien paradójicamente es un exdirector de colegio público y en ese momento futuro ministro de Estado – Juan Silva– , el bien común brilla por su ausencia. Lo que se describe, más bien y con lujo de detalles, es el destino que le aguarda a una república camino al matadero.

A pesar de que Waldemar Cerrón, conspicuo miembro de Perú Libre además de hermano de su fundador e ideólogo, afirma con vehemencia que el Gobierno no es una repartija a nadie le cabe la menor duda que, para todo efecto práctico, lo es. De ello da cuenta el descuartizamiento lento, pero seguro del Estado Peruano, que ante la vista y paciencia de sus representantes se acerca a su fase de implosión.

Esto último tiene que ver con los intereses anarquizados, que diariamente pugnan por el preciado botín prebendario, pero también con la ausencia de un antídoto eficaz contra esa suerte de gangrena, que amenaza su motricidad. Justamente en el momento en que la hambruna mundial muestra sus amenazadoras fauces y la criminalidad interna, incluido el narcotráfico encabezado por el cártel de los Quispe Palomino, invade pueblos, distritos y caseríos destruyendo la vida de miles de ciudadanos atrapados en redes criminales decididas a imponer, a sangre y fuego, su ley de enfeudamiento.

De que la república, como institución, pero también como asociación de ciudadanos, está sitiada existen innumerables ejemplos. No hay más que ver el vergonzoso ataque contra su memoria histórica, de parte del Ministerio de Justicia, expresado en el desalojo del Archivo General de la Nación de su viejo local.

Resulta claro que, ante esta y otras afrentas, que degradan sistemáticamente la imagen del Perú, la sociedad civil debe asumir un liderazgo claro y contundente. ¿Será posible revertir el modelo del asalto rapaz a la república, instaurando, en su lugar, uno que la proteja, dignifique y eleve al sitial que merece?

En 1950, el escritor francés Albert Camus publicó una breve colección de ensayos titulada “El verano” muy pertinente para estos tiempos de dolor e impotencia. En este libro indicó: “En medio del invierno descubrí que había dentro de mí un verano invencible”. Y es que no importaba lo duro que la adversidad golpeara si es que existía en el interior de cada ser humano “algo más fuerte” empujando el golpe de vuelta para resistir. ¡¡¡Intentémoslo por el bien del Perú!!!

Carmen McEvoy Historiadora

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