La frase de Horacio: “Dulce y honorable es morir por la patria” ha sido usada con frecuencia para promover una mirada acrítica de los actos de nuestros gobiernos. ¿Quiénes son los que usualmente mueren en la guerra? ¿Qué tipo de gobierno y qué intereses defendemos? ¿No había otra forma menos costosa de resolver un conflicto? El poema “Dulce et decorum est” de Wilfred Owen (1893-1918) precisamente contrasta esta exaltación romántica de la guerra con su dura realidad. Tras describir en detalle la muerte de un soldado por envenenamiento de gas (“se hunde contra mí, se consume, se atora, se ahoga”), Owen reclama a quienes predican entre los jóvenes esa “vieja mentira”. No creo que toda guerra sea injusta, pero sí es cierto que el patriotismo acrítico suele llevarnos a tolerar tragedias y apoyar injusticias.
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