(Foto: Archivo El Comercio)
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Juan Carlos Tafur

Si debe salir de la Presidencia del Consejo de Ministros es porque se necesita un jefe de gobierno con talante político que genere consensos alrededor de las reformas y logre confrontar cuando sea necesario, no por un audio inconsistente y tonto que nada delictivo ni políticamente cuestionable contiene.

Para que el removido contralor se haya sentido presionado indebidamente por Fernando Zavala, Alfredo Thorne y Martín Vizcarra, tendría que habérsele expresado alguna consecuencia negativa si él no se allanaba a las reconvenciones que se le planteaban. Y de eso, en el audio de marras, nada de nada.

Es urgente que el gobierno recomponga las calidades de primer ministro que requiere. Al inicio del gobierno se pensaba que dado que Pedro Pablo Kuczynski tenía pergaminos ejecutivos suficientes (haber sido ministro de Economía y primer ministro), él mismo iba a ocupar ese rol directivo en el gobierno y, en esa medida, la figura del titular del Consejo de Ministros no era tan imperativa, pero nadie imaginó que el presidente abdicaría de ese papel.

Son dos las grandes tareas que debería asumir un primer ministro empoderado. Primero, construir un gran consenso popular alrededor del programa de gobierno, compensando su escuálida representación congresal con una gran aprobación ciudadana que le proteja de los embates de la oposición. Para ello, se necesita liderazgo político, no tecnocrático.

Segundo, establecer una relación política con la bancada fujimorista y la oposición en general. Y eso pasa por ser fluido cuando la situación lo amerita y confrontacional cuando la circunstancia lo requiere. Acá no hay ni lo uno ni lo otro. No existe el teléfono rojo entre PPK y . Y lo que al comienzo pareció ser auspicioso (por la confianza y delegación de facultades) ha terminado empantanado por las censuras, interpelaciones o renuncias previsoras, sin capacidad de reacción oficial.

La mejor demostración del señalado pasmo político del gobierno es la convocatoria que ha hecho Keiko Fujimori al diálogo, ganándole por puesta de mano al Ejecutivo y poniéndolo en situación defensiva.

Sea que se opte por el camino del entendimiento extremo con el fujimorismo, con el indulto de por medio, o se transite hacia una mayor confrontación, con la disolución del Congreso como opción eventual, es necesario que se haga política en serio para administrar ambos escenarios.

Un político actúa siempre pensando en cómo aumentar sus bonos personales, pero en democracia ese afán egoísta termina generando consensos propicios para su colectividad. Es una suerte de “mano invisible política”. Por eso se debe contar con gente de ese perfil en los gabinetes ministeriales, porque son radares encendidos capaces de detectar ventanas de oportunidad.

Si no un político consumado, alguien que le interese serlo es lo que se necesita en la Presidencia del Consejo de Ministros, alguien que por su oficio sea capaz de cambiar la agenda, de imponerla a punta de presión o de asegurarla merced a la convicción.

Un gabinete tecnocrático no es idóneo para emprender las reformas estructurales que el país requiere. Ese es el mito inventado por los tecnócratas de los 90, de que pudieron hacerlas sin el concurso político, cuando la verdad es que sin Fujimori y su inmenso respaldo popular ninguna de ellas hubiese podido ser llevada a cabo.

Mucho por hacer tiene Zavala en el Ministerio de Economía y Finanzas. Tiene allí que romper la inercia e impulsar el buen manejo fiscal, el destrabe de la inversión pública y la convocatoria a la inversión privada. Sería bueno que dejase las tareas de la Presidencia del Consejo de Ministros a alguien que, dadas las carencias presidenciales, pueda ejercer la jefatura política del gobierno.