Alejandra Costa

El jueves de la semana pasada, tomó las riendas de . La telenovela de la adquisición fue larga y tortuosa. Empezó en abril, cuando anunció que compraría la red social y los directivos de Twitter trataron de resistirse. El hombre más rico del mundo les hizo una propuesta que no pudieron rechazar: pagar US$44.000 millones por la compañía, muy por encima de su valor en ese momento.

La brecha entre lo que vale Twitter y lo que Musk se comprometió a pagar se ha ampliado notoriamente, debido a los vientos en contra en el mercado de publicidad online. Esto se evidencia en que las acciones de Meta (Facebook) acumulan una caída de más del 70% en lo que va del año y las de Alphabet (Google) han perdido un 40% en ese plazo.

Seguramente previendo este giro, Musk intentó anular el acuerdo de compra, pero Twitter lo demandó para obligarlo a cerrar la operación. Y en octubre, para evitar el juicio, Musk decidió honrar el acuerdo inicial, lo que ha generado que se cierre una de las compras más sobrevaloradas de la historia del sector tecnológico. Se calcula que Musk ha pagado casi US$20.000 millones de sobra por una empresa que nadie, y al parecer tampoco él, tiene muy claro cómo hacer rentable.

Apenas tomó el poder, despidió a los ejecutivos principales, incluyendo al CEO Parag Agrawal, sin pagarles las indemnizaciones que ordenaban sus contratos, lo que abre espacio para futuras demandas que podrían costarle cientos de millones de dólares.

Y ahora empieza lo difícil. Musk tiene una soga al cuello representada por los intereses por US$1.000 millones que tiene que pagar al año sobre los US$13.000 millones que ha tenido que pedir prestado. Musk tiene que lograr que Twitter sea rentable y tiene que lograrlo muy pronto.

Por matemática simple, necesita recortar los costos y/o incrementar las fuentes de ingresos.

Ayer, alrededor de la mitad de los 7.500 trabajadores que tenía Twitter fueron despedidos por correo electrónico, lo que le ha generado ya una demanda colectiva que también podría costarle varios millones.

Asimismo, ha anunciado que cobrará US$8 a los usuarios con cuentas verificadas, argumentando que este es un signo de status. Pero lo que muchos advierten es que esta es una herramienta de seguridad para verificar que una persona sea realmente quien dice ser, por lo que esto podría reducir aún más la seguridad en Twitter y afectar la experiencia de los usuarios en la red. Asimismo, cobrarles a los productores de contenido podría ahuyentarlos y, por lo tanto, reducir el tiempo que pasan los usuarios en la red social, que es lo que buscan los anunciantes.

Finalmente, las dudas sobre qué pasará con la moderación de contenidos en medio de los despidos masivos han llevado a grandes empresas como General Motors, Volkswagen y Pfizer a anunciar que suspenderán su publicidad en Twitter.

¿Logrará Musk evitar que Twitter se hunda en el mar de deuda en el que navega hoy?

Lo único que podemos asegurar hoy es que, sea que triunfe o fracase, todos lo veremos pasar frente a nuestros ojos.

Alejandra Costa es curadora de Economía del Comité de Lectura