“Una chica desactivando una bomba lacrimógena, un estudiante de medicina asistiendo a un desconocido ahogado por los gases, un ‘skater’ poniendo su patineta como escudo, constituyen una manada que se protege, que cuida a los suyos”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“Una chica desactivando una bomba lacrimógena, un estudiante de medicina asistiendo a un desconocido ahogado por los gases, un ‘skater’ poniendo su patineta como escudo, constituyen una manada que se protege, que cuida a los suyos”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Patricia del Río

“La buena suerte”, el último libro de la escritora española Rosa Montero, cuenta la historia de un hombre que, repentinamente, se baja del tren antes de llegar a su destino, en el pueblo más feo del mundo. En Pozonegro –así se llama el lugar–, Pablo Hernando, un hombre con una vida exitosa, compra un mugroso departamento ubicado al lado de las vías del tren y, ahí, decide desaparecer. Borra su identidad, se convierte en un ser anodino y vive por inercia. Raluca, una joven de origen rumano, es su vecina. Ella no ha elegido vivir en Pozonegro, pero allí disfruta de una vida que para otros sería gris, pero que para ella es radiante. La historia, que recomiendo disfruten sin que yo se las cuente, enfrenta a dos personajes opuestos: el que lo tiene aparentemente todo y no quiere nada, contra la que vive con poco y disfruta mucho. Pablo Hernando encarna la desazón del que cree que ha fallado en la vida. Raluca, el optimismo, el desapego y la convicción de que no somos lo que nos toca, sino lo que decidimos ser.